El pasado nunca muere
Wenders estrenó en la última Berlinale Pina, su esperado tributo a Pina Bausch. El proyecto -que ambos discutieron durante más de dos décadas- iba a contar con la activa participación de la excepcional bailarina y coreógrafa alemana, pero su inesperada muerte en junio de 2009, a los 68 años, cambió por completo el rumbo. Luego de un largo período de incertidumbre, el director de Las alas del deseo y Buena Vista Social Club se reunió con los integrantes de la compañía Tanztheater y juntos decidieron hacer igual la película para exponer toda la grandeza y la diversidad de la obra de una pionera y verdadera genia de la danza contemporánea. El film -concebido con los mismos equipos y técnicas en 3D que se utilizaron para Avatar- presenta en buena parte de sus 100 minutos escenas de danza en las que la cámara “interactúa” con los artistas (“queríamos que bailara con ellos”, dijo Wenders). Las coreografías de cuatro espectáculos concebidos por Bausch, como Le Sacre du printemps (1975), Café Müller (1978), Vollmond (2006) y Kontakthof (estrenada en 1978 y con nuevas versiones en 2000 y 2008) fueron montadas en segmentos individuales y grupales, en estudios y en exteriores, en la llanura y en la montaña, en el campo y en la ciudad, con escenografías despojadas y con gran despliegue de elementos como agua o rocas. El resultado es de una enorme belleza, aunque algunas decisiones del director -como interrumpir varias escenas de danza con declaraciones a cámara de los bailarines o con imágenes de archivo- son bastante discutibles. De todas maneras, esta película -que representa a Alemania en la lucha por el Oscar extranjero- resulta insoslayable para los amantes de la danza moderna.