Lo mejor que ha hecho Wim Wenders en los últimos años son documentales. Y Pina es, además, uno de los mejores usos del 3D, por una vez algo más que un mero chiche adosado a los blockbusters. Trabajando sobre la obra de la enorme Pina Bausch, Wenders asume la reproducción del espacio y propone su mirada sobre un acto estético que parece deplorar el cine. Pero que aquí, gracias a la tecnología y a la reflexión sobre ella, se vuelve parte de él. Un film fascinante cuya importancia está incluso por encima de sus virtudes.