Pinamar

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Dos hermanos viajan a Pinamar, tras la muerte de su madre, con el objetivo de tirar sus cenizas al mar y vender el departamento familiar que tienen allí. Ese es el punto de partida, el disparador de este drama con momentos de comedia que sigue las desventuras, desaveniencias y asuntos a resolver de los hermanos, quienes conocen el lugar de memoria ya que han pasado sus vacaciones allí toda la vida. Esta vez, sin embargo, la visita es en invierno y, como en todos los balnearios, el ambiente es bastante diferente.

Pero no hay thriller ni policial de por medio aquí. Godfrid pone a los hermanos, Pablo y Miguel, a enfrentar zonas de su pasado y de su relación: uno de ellos es más reservado y parco, el otro más locuaz y sociable. En Pinamar se encuentran con Laura, una amiga de la infancia, y son ambos los que se interesan por ella en su versión ya post-adolescente. Y a lo largo de los días que pasan allí se encuentran demorando una y otra vez la venta de la casa en cuestión, tratando de resolver esa crisis, que es un duelo doloroso pero también una posibilidad de dar un giro en sus vidas.

El codirector de LA TIGRA, CHACO vuelve a construir otro sutil relato de personajes enfrentándose a confusas emociones y a situaciones críticas. Aquí, además de la potencial historia de amor –siempre manejada con un inusual y bienvenido grado de pudor– se suma la de la relación tensa entre los hermanos y ese paso a la adultez que significa hacerse cargo de la herencia física pero también emocional de tomar las riendas de sus propias vidas y las de su familia. Una película pequeña, emotiva y muy lograda por parte de un cineasta que no teme acercarse a temas sentimentales y que lo hace con la sapiencia y sabiduría que no tienen algunos mucho más veteranos.