Pinamar

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Blue is the warmest color

La segunda película de Federico Godfrid se construye sobre la relación entre dos hermanos que viajan a Pinamar fuera de temporada tras la muerte de su madre para tirar sus cenizas al mar y vender el departamento familiar. Una vez allí los recibe Laura, una joven pinamarense, amiga de la infancia de Miguel. Entre música, tragos y juegos, ella despierta el deseo de los hermanos y comienza a manifestarse, casi de forma imperceptible, una química que permanecerá flotando en el relato hasta el último minuto. Compuesta casi íntegramente por planos generales del lugar o primerísimos primeros planos de los rostros de los personajes, la película se despoja de cualquier tipo de artificio para dejarse llevar solamente por lo que les pasa a los protagonistas. Sin actuaciones efusivas ni grandes intensidades, pero con una puesta en escena virtuosísima y funcional a lo que se quiere contar, la emoción surge de la forma en la que se narra y filma. Con una melancolía propia del cine de Ezequiel Acuña –sumada a la inconfundible fotografía de Fernando Lockett– y con una cercanía que nos permite observar con una lupa la belleza inagotable del rostro de Laura (una radiante Violeta Palukas) en cada uno de sus gestos y acciones cotidianas, el codirector de La Tigra, Chaco encuentra un nuevo ángulo para seguir explorando un terreno que ha sido abordado innumerables veces, pero muy pocas, poquísimas, de esta manera: con una notable delicadeza para delinear a los personajes y una gran capacidad para capturar la fugacidad de un instante y volverlo cine. El resultado es una película fresca, potente y genuinamente emotiva, de esas en las que uno quisiera quedarse a vivir. Aunque sea por ochenta y tres minutos.