Todas las generaciones cuando chicos hemos tenido las figuras infantiles que forman parte del arcón de los recuerdos. Para algunos será Piluso, para otros el Pato Carret o Carlitos Balá…
La segunda década del siglo XXI tendrá seguramente un lugar en el corazón para Piñón Fijo, el payaso cuyo amor por la música es el motor impulsor de su personaje y el del resto de la compañía. Canciones simples y letras con mensajes de valores genuinos.
Como sucedió con todos los antecesores, el producto exitoso de TV tiene su versión cinematográfica (un poco tarde si se quiere) y se estrenó el último jueves del año 2012. Convenientemente, una semana antes de “Ralph, el demoledor” que abre 2013 con todas las de ganar.
Los atributos de “Piñón Fijo y la magia de la música” deben encontrarse en la fidelidad a los personajes de la TV, un guión simple para una historia con la duración justa y, por supuesto, la buena calidad de las canciones que por suerte están lejos de tratar a los chicos como tontitos adorables.
El grillo Cri-Cri entra al camarín de Piñón Fijo para pedirle ayuda. Hay un Cuis intentando monopolizar la música de las sierras con una sola canción. Claro, para lidiar con todos estos bichos Piñón deberá reducir su tamaño y así (bien al estilo del Chapulín Colorado y su pastilla de chiquitolina) dará comienzo a la aventura.
Todo envuelto para regalo de los fanáticos. Cada situación desembocará en alguna canción alegórica, no faltará el humor de la mano del payaso de su inefable compañero “Cabrito” que sigue de tamaño normal buscándolo por todas las sierras cordobesas.
“Piñón Fijo y la magia de la música” está apuntando a los fanáticos, y allí es donde encuentra la inteligencia de sus hacedores.
Desde el punto de vista técnico se puede achacar fallas de dirección a la hora de sincronizar voces y ejes de miradas. Incluso hay una irritante falta de timing para editar los diálogos, pero este tipo de observaciones probablemente escapen a los más chicos quienes se llevarán del cine lo que fueron a buscar. Si ellos están contentos vale la pena, sobre todo porque el hombre detrás de Piñon Fijo es un artista en serio.