Es curioso lo que sucede con Piratas del Caribe: la venganza de Salazar, la mayoría de sus secuencias, pensadas como islas, entretienen y hasta despiertan simpatía, pero como piezas interconectadas de una historia debilitan su ímpetu, se tornan inconsistentes y desabridas. Si esto sucede a escala película, el síntoma se recrudecerá a escala saga: la epopeya marítima de Jack Sparrow termina siendo una maldición iterativa.
El problema no está en las partes sino en la suma. Un espectador descomprometido que entre y salga con liviandad del relato podrá sacarle provecho a esta cascada de acción, pero un espectador que reclame coherencia dramática encontrará en las más de dos horas de película una exasperación sin límites.
Da la sensación de que los directores a cargo de esta entrega, Joachim Rønning y Espen Sandberg, se confiaron en demasía de la marca y se olvidaron de buscarle al filme un espíritu que lo diferencie. Es la quinta entrega pero podría ser la séptima o la décima y daría igual. En este sentido, Piratas del Caribe cae en el peor vicio de una franquicia: proponer apenas una atmósfera sin contar nada puntual.
El argumento de La venganza de Salazar es un pastiche de otras entregas: hay una tripulación convertida en fantasma que busca vengarse de Jack Sparrow, y hay dos jóvenes que quieren hallar un tesoro mágico para ayudar a sus padres y descubrir quiénes son realmente; también están los ingleses para darle dinámica a las persecuciones por el mar.
Las motivaciones de estos grupos de personajes nunca cuajan, por ello es que la película sólo funciona cuando recurre a lo estrictamente físico, cuando la aventura se manifiesta a secas como una coreografía sin sentimiento.
De las nuevas incorporaciones en el elenco, la más destacada es la de Javier Bardem interpretando a Salazar. Más allá de estar potenciado por el excelente maquillaje digital, se nota una búsqueda en sus gestos y ademanes, bastante en sintonía con el asesino a sueldo de Sin lugar para los débiles.
Los nuevos rostros juveniles tienen la clara función de reemplazar a Orlando Bloom y Keira Knightley, aunque sin llegarles ni a los talones de carisma. El pirata confeccionado por Johnny Depp, contonéandose entre borracho y afeminado, resulta entrañable pero a estas alturas estrepitosamente redundante.
Los realizadores lo saben, y para darle más cuerda al personaje, agregaron un flashback en donde se cuenta algo así como el origen de su look. Un apéndice tan pintoresco como innecesario (como el cameo de Paul McCartney haciendo de tío de Jack), que les dará tiempo a los guionistas para pensar algo nuevo de cara a la sexta entrega que ya fue anunciada.