De piratas y otras yerbas
Vi la película en la mejor de las condiciones técnicas (notable proyección digital 3D en la sala Lumière, principal auditorio del Festival de Cannes), pero en un contexto poco propicio (en medio de una inabarcable oferta de exigente cine de autor donde un film así está a contramano). A diferencia de la mayoría de mis colegas acreditados en Cannes, me gusta la saga de Piratas del Caribe (las ví siempre con agrado y las vuelvo a disfrutar cada vez que mis hijos las recuperan una y otra vez en DVD o el cable), pero siento al mismo tiempo que a nivel artístico (no el económico) la cosa se va agotando un poco: el efecto placentero ya no es el mismo.
Ya sin Gore Verbinski al mando de la nave (optó por filmar la genial Rango), ahora es Rob Marshall quien se encargó de llevar a buen puerto (sí, seguimos con las metáforas navales) a esta cuarta entrega. Todo está bastante bien (las escenas de acción, la reconstrucción de época, los efectos digitales, los brotes de humor absurdo, la performance de Johnny Depp, los aportes de Geoffrey Rush, el camedo de Keith Richards), pero al mismo tiempo sentí un poco lo del "piloto automático" (sigamos con la franquicia mientras la gente siga acompañando). O sea, profesionalismo puro, pero sin una gran capacidad de inspiración ni sorpresa.
¿Lo mejor? El trabajo de los dobles de riesgo ¿Lo más flojo? La aparición de Penélope Cruz, floja actriz a la hora de trabajar en inglés y poco convincente como "objeto de deseo" en el papel de la hija del pirata Barbanegra. El resto, quedó dicho, es un gran despliegue de medios de producción, mucho vértigo y la espectacularidad que todos exigen y agradecen. La factoría de Hollywood (Disney + Bruckheimer) en su máxima expresión.