Sirenas y marinos audaces
Cuarta entrega de una serie que revitalizó el género. La mitología hollywoodense vivió una época que amó los piratas. El actor de esas películas se llamaba Errol Flynn ("El capitán Blood") y tenía una vida real tan "piratesca" como sus aventuras en pantalla, que se desarrollaban entre tablones, bergantines y mucho duelo a pura espada. El actor de esta "Piratas del Caribe", también es transgresor, tuvo, como Flynn, problemas con la droga y mientras aquél moría por el box, Depp se dedicaba al rock.
CHICA PIRATA
En esta película, nuevamente personifica a Jack Sparrow, el excéntrico pirata de las trencitas "rastas", que se embarca en la nueva aventura que lo debe llevar a la Fuente de la Juventud, la que descubriera, aparentemente Ponce de León. Así se va a Cádiz, reencuentra a su ex, Angélica, hija del capitán Barbanegra, que una y otra vez le echa en cara haberla seducido en el convento.
Mientras tanto, compite con él en peleas y enfrentamientos con distintos enemigos, como el pirata Héctor Barbossa, que subió un peldaño y se convirtió en corsario, o sea que saquea, pero para la corona. En este caso, inglesa.
Así, el común denominador será la mencionada Fuente, por la que todos disputan y los pasos se orientarán a la selva a la que llegan, luego de navegar los mares, afrontar tormentas, peleas terribles y enfrentamientos con seres mitológicos, las bellas Sirenas, capaces de seducir, encantar y almorzarse a los pobres marinos que las admiran.
GRACIOSO ENCUENTRO
Al que le guste la acción, la tendrá en abundancia. Muchas peleas, efectos especiales, imponentes desplazamientos marinos, estupendas reconstrucciones históricas y hasta el gracioso encuentro entre Jorge II y Sparrow, con una impactante escena, araña mediante, que permite apreciar la agilidad de los dobles de Johnny Depp.
No hay originalidad, ni sorpresas. Sólo la escena de las Sirenas tiene un encanto especial y fuertes escenas bajo el agua, cuando ellas revelan su condición antropofágica. Esa escena y la presencia de una Sirenita adolescente, de la que se enamora el predicador del grupo, son las únicas novedades, que salen un poco del esquema general.
El resto es lo que tan bien sabe hacer Hollywood, lo espectacular, la deslumbrante tecnología, bien acompañada de buen ritmo y una música brillante y enérgica. Como curiosidad, un amago de tango a lo Valentino con Depp y Penélope Cruz, bella, pero no tan impactante como otras veces.
En cuanto a las actuaciones, Depp, siempre simpático y diferente, Geoffrey Rush ("El discurso del rey"), brillante en su papel de Barbossa, Richard Griffiths, en una imperdible caracterización del rey Jorge y las promisorias Gemma Ward y especialmente Astrid Berges-Frisbey, escamosas y seductoras sirenas.