Buenos actores mal dirigidos en una película de aventuras que dura una eternidad.
Luego de varios años, el Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) vuelve al mar para encontrar La Fuente de la Juventud, un lugar en el mundo cuyas aguas mágicas son capaces de otorgarle el don de la vida a quienes la beban. Pero claro, no es tan fácil y tiene sus reglas, como toda cosa mágica.
En esta travesía, Sparrow se deberá enfrentar a varios enemigos y a su vez, deberá aliarse a ellos. Por un lado tenemos a Angélica (Penélope Cruz), una vieja conocida del capitán con quién tuvo un romance. Por el otro, tenemos a su padre, el Capitán Barbanegra (Ian McShane), un despiadado pirata que desea más que nada llegar a la Fuente y no tendrá ningún recaudo en poner en riesgo a cualquiera que se cruce frente a él para cumplir su cometido. Y por último, nos encontramos con Héctor Barbossa, el viejo enemigo de Sparrow que ahora se convirtió en un corsario de la realeza británica, que saldrá a buscar las mágicas aguas para su rey. Los caminos de todos se cruzan y llega el momento en que no sabemos quién es el bueno y quién el malo en la historia.
Esta película es la primera de una nueva trilogía que Disney ya tiene firmada. Con un nuevo director, Rob Marshall, esperaban darle un poco de aire fresco a la saga, pero lo único que consiguieron fue quitarle el espíritu a una de las mejores franquicias de aventuras que se vieron desde Indiana Jones. Es que las primeras tres entregas, con su magia, sus secuencias de acción y su humor, si renovaron la pantalla. Pensemos que fue la primera película que Disney se atrevió a estrenar con la prohibición para menores de trece años, toda una odisea para la casa de Mickey.
Ahora, con la novedad quemada, y con un director que no supo bien qué quería contar, nos encontramos con una obra eterna, en la que la acción se extraña en cada momento que no está y que solo salva el humor y las excelentes actuaciones de un elenco que de verdad brilla. Los personajes viejos ya están probados y funcionan, los nuevos (Penélope Cruz e Ian McShane) logran meterse en el imaginário pronto, en especial Angélica, la ex de Sparrow, que rápidamente entra al ritmo de la historia.
El gran coflicto se plantea desde las ausencias. Kiera Knightly y Orlando Bloom, la pareja que le daba el toque romántico a las películas, fue reemplazada por Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey, quienes interpretan a Phillip y Syrena, un predicador y una sirena que se enamoran perdidamente, un amor que no termina de caer bien y que no tiene nada de carisma. O sea, la misma historia de antes (chico pobre-chica rica), pero modificada (chico normal-chica fenómeno) e interpretada casi de manual, sin angel ni romanticismo, más allá de los clichés.
De todas formas, el peor problema que tiene Navegando Aguas Misteriosas es la duración. Por todos lados queda en evidencia que a la película le sobran casi cuarenta minutos, que son llevados a la pantalla con diálogos y situaciones que no aportan absolutamente nada.
Para concluir, y ya siento que me trastorna, el 3D debe ser el más inútil que se vió desde Clash of the Titans. Las texturas, la profundidad y las “cosas que salen de la pantalla” no tienen gracia y son escasísimas. Casi se podría decir que es una película 2D vista detrás de unos anteojos ridículos.
Piratas del Caribe llegó para quedarse, de eso no hay dudas. Y de que esta entrega va a ser un éxito comercial, tampoco. Esperemos que para el futuro la franquicia recupere algo de su chispa original y esta pase sin más al olvido, como pasó, por ejemplo, con La Amenaza Fantasma de Star Wars.
¡Ah!, y no se olviden de quedarse hasta después de los créditos para ver una escena extra.