Más aventuras del capitán Sparrow
Los estudios Disney y el megaproductor Jerry Bruckheimer ya saben de memoria cómo pilotear esta nave de los Piratas que inventaron en 2003; en esta oportunidad, cambiaron al eficaz Gore Verbinski (al mando de las primeras tres entregas de la saga) por Rob Marshall (director del notable musical "Chicago"), prescindieron de algunas de las figuras secundarias (Keira Knightley, Orlando Bloom, Jonathan Pryce), incorporaron a la bella Penélope Cruz y al correcto Ian McShane. Apostaron, además, a simplificar la historia (enredada y hasta incomprensible por la cantidad de subtramas) de las tres películas anteriores. El resultado tiene aciertos y errores: si bien el argumento resulta más consistente, la narración presenta problemas de ritmo y la película, aunque algo más corta que sus predecesoras, parece más pesada. La responsabilidad, en este caso, recae fundamentalmente en la tarea del director, que no logra balancear adecuadamente las escenas "lentas" (indispensables para el desarrollo de la trama) con las de acción, que conforman indudablemente la columna vertebral del filme.
El primer cuarto de hora promete mucho; después hay un bajón notable y el ritmo parece renacer en la segunda mitad, pero evidentemente, la acción no es el fuerte de Marshall. Resulta interesante y novedosa la aparición de las sirenas (Astrid Berges-Frisbey, bellísima) y aparece desaprovechada la interacción entre Sparrow y Angélica (la hija de Barba Negra que interpreta Penélope Cruz).
Johnny Depp asume casi con exclusividad el protagonismo de la película, y repite incansablemente los tics que hicieron más que popular a su personaje. Sale airoso, aunque se trate de la cuarta entrega; pero se plantea el interrogante: ¿estará agotado? ¿se habrá visto ya todo lo que Jack Sparrow tenía para mostrar? Habrá oportunidad de responder a estas preguntas, porque es casi seguro que esta no ha de ser la última aventura que el inquieto capitán pirata vivirá en la pantalla.