Somos los piratas
Nunca fui un amante de la saga Piratas del Caribe. De hecho, siempre me costó bastante recordar las tramas de cada una de sus partes por separado. De todas maneras, es meritorio reconocer que la franquicia construida por Disney y Jerry Bruckheimer puede sostenerse como un buen entretenimiento familiar.
Vale aquí la comparación –entonces- con la saga que despertó la imaginación y el entusiasmo de mi generación: Indiana Jones. Pero claro, ni Gore Verbinsky (responsable de las tres primeras partes, que no aceptó este nuevo capítulo para realizar la animada Fargo) ni Rob Marshall tienen la capacidad narrativa para títulos masivos de Steven Spielberg.
De todas maneras, no será equivocado admitir que buena parte de aquello que hizo popular a estos piratas versión siglo XXI sigue presente: con menos entusiasmo, con menos inteligencia, pero con la misma intensión.
Luego de un rápido escape de la corona británica, el Capitán Jack Sparrow se reencontrará con un viejo amor (Penélope Cruz, la principal pero poco convincente novedad en el reparto) que lo convencerá para ir en busca de la fuente de la juventud. Por supuesto, no serán los únicos con intenciones de obtener la vida eterna.
Las intervenciones de Geoffrey Rush e Ian McShane como los villanos de turno ayudan a la trama. Y a pesar del cambio de dirección, todo está servido para que Johnny Deep reviente en la taquilla con uno de sus personajes más celebrados de los últimos años. Alguna vez Deep dijo que interpretaría al Capitán Sparrow las veces que le sea posible. Pero ni siquiera él resulta tan gracioso.
Sin el evidente factor sorpresa que quita una cuarta parte, Piratas del Caribe: Navegando en aguas misteriosas es un film parejo, profesional, pero sin ningún atrevimiento o libertad creativa. Es cierto que el talento de Marshall (responsable de musicales como Nine o Chicago) para “coreografiar” las escenas de acción hacen de este un producto más eficaz, aunque muestre falencias en otros momentos.
Con una interesante mirada sobre la colonización europea, que lejos busca ser autorreflexiva sobre la ocupación norteamericana en Medio Oriente, el film ofrece una última hora mucho más atractiva en su conjunto.
De todas maneras, la cuarta parte de Piratas del Caribe propone lo que de ella se espera, sin ningún agregado adicional. Diversión, aventuras y acción, para una saga que (muy a pesar de lo que diga la escena que llega después de los créditos) empieza a mostrar signos de agotamiento, aún con el éxito comercial asegurado.