Un paso atrás en la saga, Navegando aguas misteriosas solo funciona como un amable entretenimiento
Aún siendo un producto evidentemente hollywoodense, la saga original de Piratas del Caribe tenía la personalidad que le podía insuflar el punto de vista de un director como Gore Verbinski, quien este año con Rango se confirmó como un tipo que corre al costado del sistema y que puede ser alguien confiable a la hora de repensar el mainstream desde otro lugar. Más allá de sus desniveles (el segundo sigue pareciéndome un film excesivo, barroco, sumamente fallido), eran tres películas compactas, divertidas, creativas y originales, aún en su aprovechamiento de varios subgéneros ya ampliamente transitados, que perdían un poco el rumbo cuando por la más pura ambición se ahondaba en la parte mística de sus personajes. De todos modos, la saga creó personajes inmortales (el Jack Sparrow de Johnny Depp es una invención memorable) y construyó escenas inolvidables, excelsas coreografías que tenían evidentes lazos con el cine de animación. Hay una palabra que es fundamental en todo esto: ambición. ¿Cuántas películas pensadas para el gran público se podían dar el lujo de aquellos sueños lisérgicos de Sparrow, con botes retozando en arenas de epifanía?
Uno podía ver -y así lo había hecho saber la propia historia- que estaba todo contado: en un film que se centraba sobre el destino, al fin de la saga los personajes habían encontrado finalmente su lugar. Pero, esto es Hollywood al fin de cuentas, hay otra palabra importante: negocio. Y Piratas del Caribe no estaba terminada, más si se tiene en cuenta que se trata de una de las sagas más exitosas de todos los tiempos. Por eso, y no por otra cosa, se puede entender que los productores hayan avanzado con esta cuarta parte, Navegando aguas misteriosas. Aunque, también, por el hecho de haber contado nuevamente con Johnny Depp en la aventura. Pero ante su anuncio, había algo que nos hacía presagiar lo peor: ya Gore Verbinski no estaría en la dirección y, para peor, sería reemplazado por Rob Marshall, el de Chicago, Memorias de una geisha y Nine, un tipo con los peores antecedentes que pueda tejer algún director de tercera categoría del Hollywood actual.
De las tres películas anteriores, Navegando aguas misteriosas mantiene apenas a Sparrow, Barbossa (Geoffrey Rush), Gibbs (Kevin McNally) y la dichosa brújula. Claro que si algo sostiene al film es la presencia de Depp, quien a pesar de ya sonar reiterado siempre saca un as de la manga, y de los guionistas Ted Elliott y Terry Rossio, quienes a pesar de no construir una historia demasiado intrigante o interesante, conocen el universo y a sus personajes, y pueden ensamblar la sucesión de escenas de acción, más fantasía y comedia con algo de fluidez. Hay una falencia de la que Navegando aguas misteriosas logra sacar algo de provecho: la falta de ambición del proyecto en general le calza bien al limitado Marshall, que logra no obstante pegar con algo de ritmo las diversas instancias de la aventura: de hecho, le saca buen rédito a una escena en la que un grupo de sirenas atacan a unos marineros. Lo que no se puede ocultar es que Piratas del Caribe 4 carece de conflictos y de personajes de peso, y que todo lo nuevo (incluyendo a Penélope Cruz y su pobre inglés) es cosmético y poco relevante. Comparar al complejo y temible Davy Jones de Bill Nighy con el pobre Barbanegra de Ian McShane, para comprobar la diferencia que existe entre un film que intenta reescribir los géneros y otro que intenta, apenas, abordar la taquilla. Tal vez por no tomarse demasiado en serio a sí misma, Navegando aguas misteriosas merezca algo de indulgencia y la aceptemos como el amable entretenimiento que es. No más que eso.