Nacido para surcar los mares
Nunca estuvo en duda que la franquicia de Piratas del Caribe, gran apuesta de Jerry Bruckheimer a un género del Hollywood dorado que parecía extinto, léase las películas de piratas, corriera peligro de hundirse tras el cierre de una trilogía que comenzara con La maldición del Perla Negra en el 2003, seguida por El cofre de la muerte en 2006 y finalmente En el fin del mundo en 2007.
Los desgastes habituales luego de tres aventuras se hicieron evidentes en la última, quizás la más ambiciosa en cuanto a guión y trama pero con escasas escenas memorables es cierto. Eso resulta inevitable para cualquier saga donde una vez instalados los personajes y un particular estilo parece difícil mantener un nivel superlativo para cada capítulo.
Tal vez con esas pequeñas señales de debilidad es que se pensó por parte de los productores renovar la franquicia con una serie de cambios que recién a futuro podrán evaluarse como positivos o negativos. En primer lugar, la incorporación del director Rob Marshall (Nine) que si bien no se luce con un estilo propio logró adaptarse en piloto automático a las exigencias de un relato de mucha acción, despliegue visual y vértigo como el que propone Piratas del Caribe: navegando en aguas misteriosas, cuarta entrega que esta vez no se conecta argumentalmente con las anteriores, salvo por la alusión a la fuente de la juventud (¿recuerdan a Indiana Jones y el santo grial?), nuevo tesoro que despertará la ambición del protagonista Jack Sparrow (Johnny Depp) y de otros interesados con los que entablará alianzas y traiciones como siempre.
Entre ellos, el villano de turno Barbanegra (Ian McShane) que capitanea un barco tripulado por zombies junto a su hija Angélica (Penélope Cruz), antigua amante de Jack y de intenciones ambiguas que lo harán sospechar hasta el último minuto. Sin embargo, otro personaje que también entrará en el ruedo es el legendario Héctor Barbosa (Geoffrey Rush), quien esta vez obedece al rey de Inglaterra con la misión de hallar la fuente antes que la flota española, aunque en realidad pretende vengarse de Barbanegra, responsable del robo del Perla Negra.
El cambio de rumbo de la saga es notorio al haber privilegiado más acción por encima de una historia que no guarda la complejidad de las anteriores ni se enreda con vueltas de tuerca como sucedía con la tercera parte. Esa decisión, no obstante, parece desaprovechada debido a la poca espectacularidad de los combates tanto a bordo como fuera de los barcos que no supera las expectativas que podría haberle otorgado el 3D y deja un sinsabor tratándose de Marshall, quien cuenta con algo de experiencia en coreografías de musicales.
Sin dudas, la mejor escena es aquella que involucra a un conjunto de sirenas, elemento mitológico que se introduce en la historia, sumadas las incontables ocurrencias del pícaro Jack siempre un paso delante de sus adversarios. Por otro lado, una breve pero bienvenida aparición de Keith Richards -entre otros detalles que conviene ir descubriendo- aportan un atractivo extra que seguramente será saludado con júbilo por fans.
La química entre Johnny Depp y la española Penélope Cruz funciona mucho mejor que cuando estaba Keira Knightley, en referencia al alivio amoroso no al personaje que es completamente diferente. Sin embargo, Barbanegra no resulta demasiado convincente de acuerdo a la leyenda corsaria, pese a los esfuerzos del talentoso Ian McShane.
Por otra parte, haber reducido la extensión del largometraje en comparación con las anteriores películas en este caso parece acertado ya que el film fluye en las dos horas y cuarto en que transcurre esta nueva aventura de Jack Sparrow: un pirata nacido para surcar los mares.