Los piratas sean unidos (con plastilina)
Si algo se extrañaba en el mundo de la animación reciente era esa marca de autor de la casa inglesa Aardman: si bien Lo que el agua se llevó y Operación regalo -ambas en digital- mostraron algo (más la segunda que la primera), hay que reconocer que estas dos películas dejaron en evidencia que lo que terminaba de redondear la idea conceptual en la obra de Peter Lord, Nick Park y compañía era la faz artesanal de su puesta en escena. Sin sus muñecos de plastilina animados en stop-motion, pareciera que algo pierde vida. Y ¡Piratas! Una loca aventura, devuelve ese placer y esa sorpresa por la perfección formal que estos británicos logran con este tipo de animación. Claro está que a eso hay que sumarle el timing cómico ideal para desarrollar un humor que incluye a chicos y grandes sin demostrar un esfuerzo mayor para hacerlo, cierta subversión al burlarse de las instituciones (aquí la monarquía, la ciencia y la Historia, al incluir a Charles Darwin como un sujeto poco recomendable) y la inteligencia para hablar de temas importantes sin caer en solemnidades. Los trabajos de Aardman son endiabladamente divertidos y esta historia de piratas no lo es menos.
Puede, es cierto, que los chicos de Aardman hayan perdido algo de efectividad en el camino: ¡Piratas! Una loca aventura lejos está de Pollitos en fuga o de Wallace and Gromit (incluso el último corto de Wallace and Gromit, A matter of loaf and death ya era bastante flojo), pero así y todo mantiene un nivel de calidad apreciable tanto en su forma como en el desarrollo de personajes y de la historia. También, podríamos decir, que la asociación con Dreamsworks dejó como lastre cierta recurrencia al humor pop, empezando por la banda sonora que incluye temas de The Who entre otros y también referencias intertextuales y anacrónicas: por allí aparecen Jane Austen y El hombre elefante, y un barco se puede estacionar en un muelle como hoy lo hacemos con un automóvil. Sin embargo, hay que señalar que lo que en Dreamworks es un objetivo y un fin en sí mismo, aquí es sólo un medio para hacer avanzar la historia. Lo que importa, en el fondo, es lo que pasa con el Pirata Capitán, su curiosa tripulación y su especial loro, tras el objetivo de convertirse en los mejores piratas del año, y cómo eso, de alguna manera, necesita de un grupo humano sólido. Un camino de aprendizaje por las vías del pirataje, que era más o menos lo que quería contar Piratas del Caribe en su segunda y tercera parte, y que a veces la hacía trastabillar por su carga de solemnidad. Aquí no, aquí todo es risa y chistes de precisión.
Encaramado entonces en su objetivo de ser el pirata del año, el Pirata Capitán termina tras los pasos de un Charles Darwin algo pérfido, quien encuentra singular atractivo en el “perico” del pirata. Basándose en la serie de libros de Gideon Dafoe, Peter Lork y el codirector Jeff Newitt construyen un relato que tras la cortina del humor (siempre perfecto y sólido respecto del universo creado, nunca fuera de registro), trabaja temas como la ciencia como territorio para la aventura, el poder como recinto donde la imaginación y la diversión se ven cercenadas, y la amistad y el buen espíritu dentro del grupo humano (en ese sentido ¡Piratas! Una loca aventura parece bastante hawksiana) como valor fundamental para la subsistencia. El film es bastante inteligente para abordar estos asuntos y esconderlos en los diversos pliegues y niveles que contiene: bordada por lo genérico, la película juega con inteligencia a partir de los estereotipos, especialmente en la tripulación que incluye a piratas denominados como un concepto: están el Pirata con Gota, el Pirata con Bufanda, e incluso el Pirata de Sorprendentes Curvas, desplumando de un tiro aquel viejo recurso de la mujer que se inmiscuye en el barco pirata disfrazada y sin que nadie la descubra. Tal vez uno pueda decir que la anécdota de ¡Piratas! Una loca aventura es bastante mínima, lo que empequeñece al film y más allá de sus logros no reluzca tanto, pero lo que hace de esta, en definitiva, una película divertida pero sólo correcta es el hecho de que no deja de ser un film de piratas, paródico, pero de piratas al fin. Que se entienda: las películas de piratas no tienen nada de malo, pero comparada con Pollitos en fuga, que era un film sobre gallinas enmarcado en los recursos del cine carcelario, parece un producto rutinario y hasta ya visto. Igualmente, tiene la suficiente capacidad inventiva -ese mono mayordomo- como para sobresalir entre la media.