Una familia muy disfuncional
Con una receptiva pareja protagónica encabezando un elenco sólido y una trama dotada de singularidad, atracción y algunos momentos de honda sensibilidad, Pistas para volver a casa alcanza a conformar una buena comedia dramática y una más que aceptable ópera prima en soledad como cineasta y guionista de Jazmín Stuart. La actriz devenida en realizadora en los últimos años ya había tenido un acercamiento importante a este debut integral a través de Desmadre, en el que se había desempeñado como codirectora junto a Juan Pablo Martínez.
Abarcando su múltiple responsabilidad, Stuart acierta en general en sus desafíos, fundamentalmente en los diálogos y en la dirección de actores. La historia que elabora tiene visos de originalidad y además logra empatía, a través de esos hermanos con nombres muy particulares extraídos de una familia disfuncional. El extraño accidente del padre que los crió –a causa del abandono de la madre– permitirá que ambos se reencuentren con sus raíces, colmadas de cabos sueltos, y con ellos mismos entre sí. Un bolso con dinero oculto funciona como disparador, e irá desmadejando misterios y aportando descubrimientos. El estilo de la película por momentos se acerca a la comedia grotesca, aunque el aspecto sentimental siempre está a punto de aflorar y en varios momentos se manifiesta.
Érica Rivas consigue una intensa caracterización, plena de matices tanto dramáticos como humorísticos, y lo propio se puede decir de un expresivo Juan Minujín. Los consistentes aportes de Hugo Arana y Beatriz Spelzini redondean el aspecto interpretativo de un film correcto y entretenido que pudo haber dado aún para más, pero que cumple con sus objetivos.