Buscar una familia y un tesoro.
Riesgosa propuesta la de Jazmín Stuart en su primera incursión a solas como realizadora, ya que Desmadre (2011), su ópera prima, fue concebida junto a Juan Pablo Martínez. Riesgosa y temeraria porque se atreve a desovillar las vidas de dos hermanos (Pascual y Dina), la figura de una madre ausente y un padre internado debido a un accidente que anoticia a los vástagos sobre un supuesto tesoro oculto. Riesgosa, temeraria y desigual es Pistas para volver a casa en su acumulación de paisajes, géneros, tonos, giros argumentales, catarsis de personajes y una narración des-centrada sin culpa alguna por su directora para que el espectador no fije la atención en un único registro. Al comienzo se observa a los hermanos y sus actualidades y rutinas: ella, empleada de una lavandería y ajena a cualquier roce con la sociedad; él, por su parte, separado y con dos hijos al cuidado de una mujer mayor que satisface sexualmente al protagonista. De ese realismo, no solo temático sino también debido a su elección de puesta en escena, se pasa a la posibilidad de ingresar al género de aventuras, con aquel tesoro deseado y con la poca información que tienen los hermanos desde el tema invocado por el padre. Y, más adelante, la aventura virará hacia el reencuentro con la madre, registrada por Stuart en una lograda escena que ubica a los tres personajes en medio de una vegetación convertida por su tamiz visual en una escena de tragedia griega. Sin embargo, en esa incansable variedad de tonos y atmósferas que corresponden a determinadas situaciones que viven los hermanos, en donde se intercambian histéricos estallidos emocionales y una pátina angustiante de silencios y sutilezas, Pistas para volver a casa gana y pierde la partida. En buena medida, sostenido su oscilante relato por los trabajos de Érica Rivas (sigue ocupando un lugar privilegiado como una de las grandes actrices argentinas) y Juan Minujin, la apuesta a todo o nada de Jazmín Stuart como realizadora permite presumir a futuro nuevas incursiones en el ámbito familiar. En Pistas… la honestidad estética y temática termina ocultando los pozos e idas y vueltas de su sistema narrativo. No es poco.