El filme sigue a dos hermanos (Erica Rivas y Juan Minujin) que discuten su propia historia familiar.
Si Jazmín Stuart moldea su búsqueda creativa con la intensidad honesta de los dos hermanos que protagonizan su Pistas para volver a casa, queremos más de ella. En ésta, su segunda película, la actriz, guionista y directora aborda, de manera a veces desordenada, y con alguna exageración simbólica, una historia profundamente emotiva, un viaje que todos deberíamos recorrer más allá de la comodidad del lugar que ocupemos.
No en el sentido de road movie, que también lo es, sino en esa necesidad azarosa, tal vez, de discutir con uno mismo su propia historia familiar.
Aquí son historias de nostalgia, soledad, misterio y humor las que conviven en este viaje de conversión personal sin distinción de clases al que ayudan mucho los protagonistas, Dina (Erica Rivas) y Pascual (Juan Minujin).
Son hermanos anestesiados en sus mundos, apartados de su letargo por el accidente rutero de su padre (Hugo Arana). Dina sigue siendo una acomplejada chupacirios que vive sola y trabaja en una lavandería; Pascual, el padre abandonado por su ex que se quedó sin trabajo y le paga en especias a una vecina para que cuide a sus hijos. Pero su tediosa rutina se rompe con el accidente que les ofrece una oportunidad.
Allí arranca el viaje, una historia familiar y un largo diálogo entre hermanos a bordo de una impredecible Break Renault 12. Maneja Dina, Pascual nunca aprendió.
Los hermanos encontrarán pronto que las lagunas en la memoria de su padre se espejan de otro modo en ellos y que el tesoro enterrado que saldrán a buscar, es eso, una búsqueda metafórica y no tanto.
Construyen y a la vez reconstruyen un mapa. La película es universal en esos aspectos. “Inventás cosas y te las terminás creyendo”, se dicen. Y discuten, con ellos mismos, la historia propia que los moldeó. Creer en el delirio del padre, desenterrar el recuerdo de su madre para enfrentar una historia de abandono.
Dos preguntas necesarias, qué pasó y qué nos pasó, hechas en la mitad de la vida. Necesarias aunque no tengan respuesta, aunque no siempre aparezcan tesoros.