Pistas para volver a casa es una película que trata sobre (y es) una búsqueda y un viaje. La primera entrega de Jazmín Stuart como directora en plan solista, tras haber codirigido Desmadres junto a Juan Pablo Martínez en 2012, es una road-movie interprovinciana protagonizada por la efectivísima dupla que conforman Érica Rivas y Juan Minujín. Es la historia de dos hermanos que deben dejar atrás sus pequeñas vidas en la ciudad para acudir al encuentro con su padre (Hugo Arana), quien ha sufrido un accidente y los espera con extrañas noticias sobre su herencia y el paradero de su madre (Beatriz Spelzini) que los abandonó cuando niños.
A partir de este encuentro con su progenitor herido y delirante, el relato sale disparado hacia una real aventura en la cual Dinah y Pascual deciden subirse al auto y emprender la búsqueda de un tesoro oculto por su padre. Lo que queda atrás, más allá de la vida mediocre de los personajes, es el tono costumbrista general que tiene el film en su comienzo: la historia se vuelve bien entretenida, rápida y, por varios momentos, graciosa.
Érica Rivas y Juan Minujín consiguen desplegar un humor muy personal, y una sobrada facilidad para ir y venir entre la comedia y el drama. Ellos son, sin dudas, uno de los puntos más altos de la obra. Ellos son, sin dudas, dos grandes actores. Ambos intérpretes tienen una responsabilidad directa en el hecho de que la cinta, en términos generales, sea muy disfrutable.
La joven pero reconocida actriz y directora, Jazmín Stuart, creó la historia y logra contarla de una forma fresca. Éste es el otro punto alto de Pistas para volver a casa: la narración es ágil, la película no podría considerarse lenta, como todos los haters del cine argentino prejuzgarían. Aquí todo ocurre con un ritmo que hace que el relato no se estanque y avance.
Los personajes se mueven por distintos escenarios fotográficamente originales y hermosos. Hay varias escenas (en particular, la cual en la que un caballo aparece, un momento muy extraño y bello) que podrían llegar a ser recordadas por el público una vez terminada la función y, aunque el guion no sea súper realista, ni se esfuerce de más por responder nuestras dudas existenciales, terminará constituyendo un film ameno que propone un estilo particular y apuesta por la generación de nuevos estilos para nuestro cine.