Los hermanos sean unidos.
"¿Te acordás?", pregunta uno. "Sí, me acuerdo", contesta el otro. No importa si la que interroga es Dina y el que responde es su hermano Pascual -Pascualino en realidad por un capricho de su madre fanática de "los cantantes de los sesenta"-, o viceversa. Lo que importa, lo fundamental en el relato de Pistas para volver a casa, es el intercambio entre los dos. El ida y vuelta entre dos hermanos adultos que de maneras distintas, pero igualmente traumáticas llegaron a esa adultez golpeados por el abandono de su madre. Una herida que vuelve a abrirse inesperadamente cuando su padre tiene un accidente en medio de una ruta camino a Entre Ríos para recuperar a la mujer que nunca olvidó.
A partir de ese accidente, además de aquel dolor y abandono se pondrá en juego el amor filial nunca sencillo pero inquebrantable entre Dina y Pascual, un vínculo que el guión escrito por la también directora Jazmín Stuart construye con cuidado y habilidad notable. Un eje narrativo sutil y emocionante al que contribuyen las actuaciones de Érica Rivas y Juan Minujín como los hermanos en cuestión, así como Hugo Arana y Beatriz Spelzini, en el papel de los padres.
Sin embargo, el film no se limita a explorar la interesante relación entre Dina y Pascual, sino que en tren de seguir de cerca cómo evoluciona el encuentro al que los obliga un padre que parece estar perdiendo contacto con la realidad, por momentos todo se transforma en una búsqueda del tesoro literal. Y aunque se entiende el intento de Stuart de utilizar algunos de los recursos del thriller para hacer avanzar el recorrido de los hermanos, lo cierto es que el cambio de tono resulta algo brusco, y ciertos giros argumentales se resuelven con encuentros casuales y situaciones poco realistas.
Aun así, aunque la mezcla de géneros no termine de funcionar y desvíe o diluya la intensidad del conflicto familiar, Pistas para volver a casa logra mostrar la capacidad de su directora y guionista para plantear una trama sensible y para conseguir inesperados momentos de humor entre la tristeza y las lágrimas de una familia partida. Que siguen preguntándose qué pasó y qué recuerdan, y a pesar de que no puedan ponerse de acuerdo sobre el pasado, de alguna manera, consiguen encontrarse en el presente.