Isidro Velázquez fue un personaje singular, digno de una película. Bandolero correntino con aspiraciones de Robin Hood criollo, tuvo una vida cargada de aventuras, tal como refleja esta película filmada en Mendoza y ambientada en los años de la dictadura de Juan Carlos Onganía (fines de los 60) que trabaja muy bien los climas y la estética del western.
De todos modos, lo más interesante de Pistolero, más allá del apego eficaz a un género, es que su apuesta principal no está apoyada únicamente en las escenas de acción. Esas secuencias están bien resueltas, pero su dramaturgia y sus personajes también tienen espesor, sustentan bien una historia que trabaja con inteligencia sobre tópicos como el amor, la justicia, la lealtad, y el destino.
Ese entorno favorable potencia el desempeño de un elenco muy ajustado, donde nadie desentona y Lautaro Delgado Tymruk brilla por su notable versatilidad. Aun cuando le toca interpretar a un hombre generalmente violento e impiadoso, consigue mantenerlo creíble cuando su sensibilidad es interpelada.
El vínculo que lo une con la maestra rural que encarna María Abadi es sobrio pero potente. La gran curiosidad del film es la aparición en el elenco de Sergio Maravilla Martínez, un boxeador de indudable talento que no luce para nada incómodo en este contexto nuevo para él.