La venganza de los nerds
‘Pixeles’ apela a la nostalgia por los '80 con una historia sencilla, personajes atractivos y un humor que por momentos da en el clavo.
Cuando voy a escribir sobre una película trato de no leer otras críticas antes, más que para no influenciarme, para no sentir la desazón de saber que nada de lo que se me había ocurrido decir era original y que todos estamos diciendo más o menos lo mismo. Pero en época de redes sociales es muy difícil mantener la virginidad, y ayer ví pasar un tuit de The Hollywood Reporter y entré a leer la crítica de Pixeles. El crítico Todd McCarthy le daba con un caño.
Me sorprendió, porque si bien no me había parecido una película que fuera a cambiar la historia del cine, fue ganando mi simpatía con el correr de los minutos y salí de la sala con una sonrisa. Ya estaba jugado, entonces decidí entrar en Metacritic. Un 27 más rojo que la muerte y sólo un tal Mike Scott que se gana el pan escribiendo en un diario de Nueva Orleans le puso un 6. El resto, de 5 para abajo. No lo pude evitar, también por esto no leo críticas antes de sentarme a escribir: la película me empezó a gustar más.
Es fácil ver por qué a cierta crítica (y seguramente a cierto público) no le gusta Pixeles y es por el mismo motivo por el cual sí le gusta, por ejemplo, Intensa-Mente (que tiene 94 en Metacritic, un 9 del propio McCarthy y ¡un 10! de Mike Scott). Pixeles es una película tonta y pocas cosas teme más alguna gente (más si trabaja de crítico de cine) que pasar por tonta. Intensa-Mente es una película INTELIGENTE. “Intensa-Mente no es sólo una película, es una disertación doctoral sobre la psicología humana”, escribió Mike Scott mientras desayunaba unas French toasts mirando el río Mississippi. Pixeles, en cambio, es sólo una película y yo no necesito pasar por inteligente. Por eso me gustó.
Pixeles apela a la nostalgia por los años '80 pero sin simbolismos rebuscados, ni easter eggs. No tiene la mitología delirante de Tomorrowland ni el ánimo meta que tendrá Ready Player One, el próximo proyecto de Steven Spielberg. Tiene una premisa sencilla, personajes queribles y ninguna vuelta de tuerca.
Brenner (Adam Sandler), Cooper (Kevin James) y Ludlow (Josh Gad) son tres amigos que a principios de los '80 eran expertos jugadores de videojuegos. Ahora, Brenner es un fracasado que trabaja como técnico instalador de electrónica, Ludlow es un paranoico que vive todavía con su abuela e investiga teorías conspirativas, y Cooper es el presidente de los Estados Unidos. Después de un ataque a una base norteamericana, Cooper descubre con la ayuda de sus amigos que los enemigos no son Irán ni Google sino una raza extraterrestre que los ataca en forma de viejos videojuegos de los '80. Así es como los tres se calzarán mamelucos gamer y, con unas armas de luz, desempolvarán sus viejos y hasta ese momento obsoletos conocimientos para derrotar a los alienígenas jugando al Centipede, al Galaga, al Frogger y al Pac-Man.
Pixeles tiene todo lo que la receta indica: Sandler quiere conquistar a la chica (Michelle Monaghan, que también patea algunos culos alienígenas), el villano se reivindica (Peter Dinklage), el mundo se salva y los militares son ridiculizados por tres gorditos nerds. Quizás no termine de ser todo lo graciosa que podría haber sido, pero mete un par de plenos y pocas películas pueden jactarse de eso.
Es curiosa la tirria que le tienen algunos a Adam Sandler, un tipo que con su estilo deadpan podría ser un Bill Murray pero que decidió no entrar en el Panteón de los actores cool de la mano de Wes Anderson y Sofia Coppola (su película "seria” fue Embriagado de amor, desorientadora). A algunos les cuesta verlo como un buen actor de comedia porque no tiene el sello de goma de ningún nombre propio que lo avale. Y suele participar de proyectos como este: sencillos y un poco tontos. Pero yo me cuidaría de los que lo odian: suelen esforzarse demasiado en ejercer la inteligencia.