Habría que resetear la PlayStation
Que sus detractores respiren tranquilos: Pixeles no es una “de” Adam Sandler, aun cuando el actor interprete a su habitual tipo “melanco”, sin suerte, siempre al borde de la explosión, encorsetado en la adolescencia y renegado del mundo adulto. Hecha la aclaración, el último estreno “para toda la familia” de estas vacaciones de invierno podría definirse como una buena idea diluida en algún momento de su producción. El film del veterano Chris Columbus (un ajeno al universo sandleriano cuyo CV incluye, entre otras, Papá por siempre, Mi pobre angelito, Nueve meses y las dos primeras Harry Potter) se contenta con enhebrar guiños, referencias ochentosas y algún que otro chiste cuanto mucho eficaz, desechando de raíz la posibilidad de apropiarse de las normas de los videojuegos. El resultado es una revalidación geek fugaz, precaria, predecible y tanto o más inofensiva que los arcade que tanto se entronizan.El hijo dilecto de la cantera de Saturday Night Live es aquí Sam Brenner, uno de los máximos talentos de los fichines en los ’80 devenido en cuarentón que se gana la vida instalando equipos de audio y televisión. En aquellos años y vaya uno a saber por qué, la NASA envió al espacio un video de él y sus amigotes jugando al Space Invaders, Donkey Kong, Pac Man y Centipode sin suponer que hoy, pleno 2015, una comunidad alienígena lo interpretaría como una señal de guerra y enviaría un batallón dispuesto a conquistar la Tierra. ¿Una fábula distópico-progresista estilo El libro de los secretos, Sector 9 o Chappie? ¿Nuevo exponente de la ciencia ficción crepuscular después de Oblivion: El tiempo del olvido, Elysium y Después de la Tierra? ¿Crítica a los usos y abusos tecnológicos en línea con Black Mirror? Nada más lejos: los invasores desafían a los terrestres a un torneo de videojuegos, disparatada excusa narrativa para reunir a la gamer band, incluido a Cooper (Kevin James), convertido ahora en ¡presidente de Estados Unidos!Basada en un cortometraje del francés Patrick Jean de apenas dos minutos de duración, Pixeles relega la estructura del reseteo y los continue a un rol casi decorativo, convirtiendo a los videojuegos en tema antes que forma. Todo lo contrario a Al filo del mañana, aquel film que a través de un Tom Cruise loopeado en una batalla alcanzaba una notable transducción del pulso gamer y fundía la lógica de los universos compuestos por ceros y unos con el poderío visual y sonoro del cine mainstream contemporáneo. Poderío visual que aquí hay de sobra en una serie de escenas “rompan todo” dignas de una de Marvel y con epicentro, claro está, en Nueva York. El resto es un licuado de aventuras, comedia y un ribete romántico cortesía del personaje de Michelle Monaghan. Sus pecas firmes y ojazos azules conforman las mejores noticias de un film que tenía mucho para ofrecer, pero elige no hacerlo.