Adam Sandler es un gran comediante. En serio: vean sobre todo sus primeras películas, cosas como Happy Gilmore o La peor de mis bodas. Vean No se metan con Zohan, el film que mejor explica la guerra entre palestinos e israelíes. Pero por alguna razón, su héroe cómico, ese señor que reprime una gran violencia y que, cuando la deja fluir, lo hace por buenos motivos, no está cuajando en las ficciones que interpreta. Pixeles está basado en un corto francés donde los personajes de los videojuegos de los 80 cobraban vida y destruían la Tierra. En esta versión, cuatro amigos (en realidad tres amigos -entre ellos el presidente de los EE.UU.- y un seudo enemigo jugado con mucha gracia por Peter Dinklage) se enfrentan a Pac-Man, Donkey Kong y otros bichos luminosos. Hay una historia de personajes detrás (la rivalidad de infancia de Sandler y Dinklage, porque en todas las películas del cómico hay un trauma infantil que debe superar) y muchos efectos especiales. Es decir, un film simpático, con el que uno no se puede enojar. Pero falta algo, esa cosa inasible que nos emociona o nos permite reír sin freno. Como si cierta moraleja -la película la dirige Chris Columbus, el de Mi pobre angelito, y no uno de los cómplices habituales de Sandler- fuera imprescindible para justificar la diversión. Así, aunque nada está del todo mal, la impresión general es que tampoco está del todo bien y de que este film es una oportunidad perdida.