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Fundando su legitimidad y verosímil en la nostalgia, Pixeles (Pixels, 2015) de Chris Columbus, es una película sobre los sueños y cómo, de un momento a otro, éstos se pueden hacer realidad. Pero también sobre la eterna frustración de aquellos que permanecen en un estadío pasado, que creen mejor, y que al no poder avanzar en otros ámbitos de su vida, se encuentran estancados en una realidad que los abruma.
Sam Brenner (Adam Sandler), un ex prodigio de los videojuegos, quien vio como su posibilidad de convertirse en el número uno de los fichines se coartó al quedar relegado a un segundo puesto en el campeonato mundial de la disciplina. Sin un rumbo claro, y pese a ser un especialista en encontrar patrones en esos entretenimientos, lo que le posibilitó subir en cada uno de los niveles de juegos clásicos como Galaga, Space Invaders, Donkey Kong, Pac Man, Centipode y otros, su madurez hoy lo encuentra como técnico de una empresa colocadora de artefactos electrónicos llamada, vaya ironía, NERD.
Mientras instala en un domicilio particular un sistema de entretenimiento, se relaciona ocasionalmente con Violeta (Michelle Monaghan), quien, abandonada por su marido, encuentra en Sam una válvula de escape para poder canalizar su ira y enojo sobre su actual situación. De pronto todo se confunde. Ella lo rechaza, y mientras él decide irse del domicilio recibe una llamada urgente, de su amigo el presidente de Estados Unidos (Kevin James), quien no es otro también que uno de esos niños adictos a los juegos y la tecnología de antaño. El presidente está en peligro y Sam es convocado para asistirlo junto a la junta de seguridad para encontrar una solución.
Violeta también acudirá al llamado, ya que las vueltas del guión querrán que ésta se convierta en una de las tenientes de alto rango con un papel determinante en el cuidado de la seguridad nacional. Y a ellos luego se sumará Ludlow (Josh Gad), conocido también como el niño maravilla, un prodigio y paranoico amante de las teorías de conspiración, que agregará al equipo la dosis de humor y catástrofe necesarias para poder así enfrentar a los misteriosos seres que atacan desde el espacio exterior a EE.UU.
Más adelante se sumará Lanzallamas (Peter Dinklage), un presumido ser que fue el que le arrebató a Sam el título de campeón mundial de los videojuegos, y quien, recién salido de la cárcel, también intentará con Sam, Ludlow y Wiliam (James) combatir a los enemigos.
¿Y qué son estos enemigos? Nada más ni nada menos que réplicas destructoras de cada uno de los juegos con los que estos maduros niños jugaban horas y horas en los locales de video, y que por un mensaje enviado por la NASA, en una cápsula al espacio exterior sobre esa competencia en la que participaron, seres del espacio exterior decidieron atacar la tierra.
Lo más interesante de Pixeles, más allá de su despliegue visual y efectos realistas que sumergen a los protagonistas en un inmenso campo de juego y enfrentamiento, es el humor con el que resuelve cada una de las situaciones y el espíritu nostálgico que se revela en cada aparición de las amenazas.
Las actuaciones protagónicas, además le posibilitan un nivel de interpretación único, el que, sumado a la maestría en la dirección del hábil Columbus, posibilitan un disfrute total de un producto, que si bien es pensado para toda la familia, hará las delicias de aquellos nostálgicos de los años ochenta que pasaron horas y horas delante de un videojuego.