Parca nostalgia arcadiana
Pixeles es la nueva apuesta cómica de los estudios de Adam Sandler y si bien supera los últimos trabajos del actor, como Jack/Jill (2011) o That’s My Boy (2012), todavía no logra retomar el nivel que alguna vez demostrara con el golfista Happy Gilmore (1996) o con Locos de Ira (2003).
En el primer acto del film nos encontramos en la década del 80, contexualizados en el auge de los fichines: Pacman, Donkey Kong, Galaga, Centípede, etc. El recurso de mostrar a los protagonistas en su joven adolescencia (con actores niños) ya es conocido en el equipo de Sandler, pero su efectividad está por encima de cualquier otro pasaje de la película. En el inicio, se plantea un campeonato de videojuegos masivo, donde un joven Brenner – personaje de Adam Sandler joven-, interpretado por Anthony Ippolito, vende a la perfección su habilidad por encontrar los patrones en cada juego y así, explotar su habilidad en el torneo. Para perder en la final del certamen contra Eddie, Peter Dinklage en su versión joven de Andrew Bambridge. Hasta resulta creíble la premisa de que los screenings de los jugadores del torneo serán cargados en un satélite de exploración espacial como mensaje cultural de paz para, en caso de encontrar vida inteligente en la galaxia, darnos a conocer.
Habiendo establecido esta última premisa, la película la exprime y desarrolla, los visitantes galácticos retan a los terrícolas, estilo Mortal Kombat, a ganarles en sus propios fichines y si llegasen a perder tres juegos la invasión a la tierra será inminente. El primer ataque toma de sorpresa al ejército y destruye una base con navecitas y misiles Galaga-style. Minutos pasan y Kevin James, en los zapatos de Cooper, amigo de toda la vida de Brenner y ahora Presidente de Estados Unidos, termina por poner a sus amigos gamers, Brenner y Ludlow (el genial Josh Gad) al frente de la resistencia humana.
Muy buenas secuencias de acción, los juegos mortales a los que son retados a duelo logran esa tensión y la adrenalina del mismo fichín, el cual siempre arranca con un nivel fácil pero para los sucesivos se torna una tarea titánica.
Si bien los primeros dos actos son sólidos, con grandes carcajadas en las manos, principalmente, de Kevin James y Josh Gad, el final flaquea en el guión, pero tal vez el mayor problema sea algo un poco más fino: a Adam Sandler se lo ve parco durante todo el film, se lo percibe jugando a Pixeles, no viviendo la película. Lejos quedó la euforia y frescura de Happy Gilmore o de Un papa genial (1999). La película está sustentada por buenos personajes, a cargo de sus compañeros, pero cuando se necesita el golpe extra al final –que siempre la última heroica reside en Sandler- la película cae.
En líneas generales, Pixeles (2015) logra grandes momentos nostálgicos con los videos juegos primos de la raza humana y alcanza buenos momentos de comedia. Pero hasta que Adam Sandler no se ponga en forma y no supere a su propio ego, que todos los días debe recordarle: “Tus buenas películas son las de antes”, difícilmente pueda hacer una gran comedia como ha sabido crear.