Dos extraños amantes
El realizador José Celestino Campusano se aleja de los escenarios de sus anteriores trabajos y plasma una historia de sometimiento entre un personaje de clase alta y una mujer que quiere salir de la rutina de su matrimonio.
El director José Celestino Campusano se aleja de los climas que acuñó en sus anteriores películas y retrata los conflictos e insatisfacciones de una mujer de clase media alta que quiere escapar de la rutina de un matrimonio inexistente.
El creador de Vil Romance, Vikingo y El Perro Molina siempre tiene la astucia narrativa para atrapar al público con sus relatos de seres marginales y violentos, pintando acá a personajes que se mueven en clases acomodadas y desfilan por escenarios más fastuosos, como los de Puerto Madero.
Atrás quedó el conurbano bonaerense, y la película comienza con una fiesta al lado del río, donde Delfina -Natacha Méndez-, una diseñadora casada y con una hija adolescente, conoce a un empresario argentino de origen árabe, Kamil -Rodolfo Ávalos-, que siempre está acompañado por su chofer y guardaespaldas.
A partir de ese encuentro su vida cambia radicalmente, porque empezará a formar parte de la agenda del misterioso hombre de negocios y de los huecos que éste tiene -cuando no viaja por el exterior- para encontrarse con ella y mantener encuentros sexuales. "Es la vida que uno elige" le dice él a la diseñadora que decide pasar unos dias con Kamil en Valdivia para dar un vuelco a su vida.
A la relación problemática con su hija adolescente y con un marido del que se siente completamente alejada, se suma además el conflicto con un cliente importante en su empresa.
Campusano hecha una mirada cruel sobre el poder del dinero y de las mujeres desesperadas por hombres -las fiestas con strippers- a los que sólo alquilan.
Si bien Placer y Martirio no es el trabajo más logrado en lo que hace a diálogos y actuaciones, la fluidez de las escenas y el clima opresivo que se cierne sobre la protagonista, entre acaloradas escenas sexuales y charlas con amigas, encaminan al espectador a una asfixiante relación de "tiempo compartido".