Sexo limitado
Por suerte, y por su propia decisión, el cine comunitario de José Celestino Campusano no tiene límites artísticos. Eso no significa, claro está, que todas sus películas sean logros. Placer y martirio, su última obra, podría funcionar como ejemplo de esa libertad sin grandes resultados. ¿Por qué?
Campusano recurre a su fórmula. Entrecruza actores con no actores, escribe un guión en base a testimonios cercanos y sale a rodar. Pero esta vez, a diferencia de Vil romance o Vikingo, el director y creador de Cine Bruto desembarca en Puerto Madero para seguir el desesperado derrotero de Delfina, una mujer de clase acomodada que busca nuevas experiencias sexuales en un mundo de superficialidad.
Placer y martirio se transforma entonces en una metáfora entre paródica y pueril del sexo insulso de las clases altas vernáculas, los nuevos ricos. Cuenta el indolente y temprano epílogo de una vida leve, la oscura transformación de una mujer en una historia de la que no surge una sola gota de amor.
Ambientada principalmente en Puerto Madero, con autos de lujo, hoteles cinco estrellas y mujeres pos cuarenta aburridas de ellas mismas, transmite una monotonía intencional que no logra superar su propio riesgo y desafío. Esto se traduce en diálogos y actuaciones corridas, exageradas. Y en promesas que espantan. “Dos horas con vos valen más que años con otras”, dirá Kamil, un oscuro millonario que se adivina gigoló. “¿Sos real, o sos parte de un sueño?”, preguntará Delfina en su ceguera amorosa.
La incomunicación en la familia, un marido indolente, un grupo de amigas que se autoconsideran fiesteras, la forzada madurez de una hija criada entre las resacas de su madre, contextualizan esta historia con altibajos, y con algunos logros, como esa escena de la borrachera de Delfina con su empleada doméstica y una amiga. Pero la irreverencia del relato no alcanza para quebrar el tono monocorde en esta oscura búsqueda de una relación que no “dependa del sexo, ni del tiempo compartido ni de los proyectos en común”. De cualquier manera, es bienvenido el salto de Campusano a estas historias más psicológicas.
Un tiempo de transición con más espinas que rosas por ahora. O martirio que placer.