Los mundos cinematográficos de Campusano siempre apuntan a lo marginal, con mucho de independiente en la técnica y en la producción. En "Placer y Martirio" (pre estrenada en el BAFICI 17), la exploración de clases sociales diferentes, que no le son tan familiares, por lo que acumula su trayectoria parece no funcionar como debería.
"El Perro Molina" de 2014, "Fantasmas de la Ruta" y "Vil Romance", por nombrar algunas de sus obras que pasaron por Festivales con buena crítica, lo definen con un estilo y temas siempre controversiales: delincuencia, prostitución, motoqueros y una relación un tanto escabrosa como muestras de líneas argumentales en estos filmes.
Qué pasa con "Placer y Martirio": en principio, el espectador se meterá en la vida de un grupo de amigas, la principal es Delfina, avanzados sus 40 años, casada con un marido que es como que permanece a su lado en una vida rutinaria. Tienen una hija adolescente que, como todo adolescente se rebela y más que nada con su madre. Delfina es empresaria, heredera de un dinero que le permite a toda su familia vivir con holgura aunque se la nota poco conforme con su presente. Una noche, invitada por Jimena y Alejandra, en una cena, conoce a Kamil, un misterioso empresario que la seduce.
A partir de ese momento, comenzará en parte el placer del título que desencadenará en varios aspectos el martirio desde la manipulación, el desprecio por su propia persona y los otros, la falta de dignidad y la pérdida completa del rumbo.
Cuál es mi problema con la película: funciona en la dirección de fotografía a cargo de Eric Elizondo (colaboró con Campusano en "El Perro Molina") y Nicolás Pittaluga y el Arte; lo que no me convenció para nada es la actuación y la interacción entre los personajes. Mucho diálogo forzado, que parece de telenovela de la época de "Amo y Señor", más que la dinámica que exige la cinematografía actual. La acción empieza a amesetarse con situaciones que se repiten y caen en un espiral que se va cerrando y muestra las miserias personales en niveles que opino exceden el buen gusto y no están al servicio de la historia que se está contando. Es horrible ver a una mujer drogada orinándose, sí, hasta allí llega la cámara o una sesión de fotografía en la que Kamil contrata a una amiga de Delfina para que los retrate teniendo sexo y luego se va sin más.
Como este ejemplo, habrá miles: orgías, escenas de sexo explícito, una violación y ver cómo el personaje de Delfina y su entorno se van degradando. "50 Sombras de Grey" o "Sex and The City", -por lo sado o el desparpajo-, en versión Puerto Madero de los años 90.
Destaco la actuación de Aldana Carretino en el rol de la hija de Javier y Delfina, que sufre de las desavenencias del matrimonio de sus padres y con lo que ve, que no ayuda para nada, intenta definir su identidad, La cuida más el ama de llaves, Mirta (Myrian Agüero), que también se mete en su papel correctamente y que es una de las que enfrenta a ese mundo de diferencias sociales, plantada y como diciendo de acá nadie me mueve.
Me desilusionó pues pensaba que iba a encontrar un producto mejor desarrollado. Se nota la producción pero el resultado, para la crítica social que plantea debería haber tomado por otros caminos. No quiere decir que no exista lo que José Celestino Campusano se atreve a contar sobre mujeres que terminan obsesionadas con su juventud, su cuerpo, el complacer a los otros a través del deseo desenfrenado y destruyen todos aquellos derechos que dicen defender rebajándose ante hombres que las someten o no las valoran.
Frente a una cartelera que este jueves se presenta un poco más tranquila que en otros días de estreno, ver cine nacional es una buena propuesta... Yendo con los párrafos anteriores en mente, por supuesto.