Placer y martirio

Crítica de Martín Escribano - ArteZeta

FIFTY-FIFTY

¿Es un culebrón, un drama, una comedia? ¿Y ese título de película porno? ¿Campusano nos está tomando el pelo? Quien elija ver Placer y martirio se formulará alguna de esas preguntas mientras levanta la ceja mirando la pantalla con la expresión algo perdida. Seguramente también sienta un poco de placer y otro poco de martirio. La relación quizás sea fifty-fifty, un cincuenta y un cincuenta. Todo gira en torno a Delfina, una mujer superficial de clase alta que, aburrida de la vida que lleva como diseñadora, esposa y madre, establece un vínculo con el muy sincero y nada misterioso Kamil, que le dará todos los gustos a cambio de sexo. Las actuaciones decididamente acartonadas de todos los personajes indican que el director nacido en Quilmes, quien presentó Fantasmas de la ruta en el BAFICI anterior, no se ha tomado las cosas demasiado en serio. La película se tiñe de las características de su protagonista: es artificial, hueca, y justamente por eso nos reímos de ella. De ahí el martirio… y el placer.