La empresa de videojuegos madrileña Pyro Studios, desarrolladora de la exitosa saga Commandos (que algunos hemos jugado durante años), se lanzan al cine de animación con Planet 51. Esta película mantiene la idea corporativa de no caer en localismos (más allá de algún guiño menor). Si bien algunos hemos jugado Commandos con su doblaje original, Planet 51 se estrenó mundialmente con el doblaje en inglés, con las voces de estrellas como Dwayne Johnson y Gary Oldman, pero más allá de este aspecto, tanto aquel videojuego de estrategia bélica, como esta película de animación infantil se muestran afines a los códigos narrativos americanos.
Planet 51, a diferencia de muchos intentos de animación de distintos países, se caracteriza por unos dibujos que sostienen un nivel de calidad técnica a la altura de la animación americana. Aunque la principal virtud de esta propuesta es la idea de revertir los códigos del cine de extraterrestres, planteando un mundo habitado por extraterrestres que se vuelven paranoicos cuando un astronauta americano aterriza en su planeta, y ellos lo toman como la cabeza de una invasión alienígena. Algunos momentos muy graciosos se suscitan a partir de esa confusión, y en escenas previas a esta, como cuando los extraterrestres ven películas de ciencia ficción producidas por ellos (aunque esto hubiese tenido mucha más gracia si el enemigo mostrado en esas películas hubiese tenido forma humana y no de criaturas más pronunciadamente alienígenas que ellos).
Naturalmente, más allá de ese pequeño ingenio argumental, la trama de Planet 51 expone los aspectos más convencionales del cine infantil, achatando su ingenio a medida que evoluciona la historia, inclinándose de lleno por la aventura, y el nivel de detalle en la animación no logra ir más allá de las primeras películas de Pixar. Pero su lanzamiento mundial da cuenta de la auspiciosa oportunidad de que otras empresas logren, mediante la coproducción con países anglosajones, competir cara a cara con los mayores gestores de tanques animados en el mundo, cuando se cuenta con una buena cuota de talento creativo y con la tecnología adecuada para ello, y principalmente, cuando no se toma por idiota al público infantil.