El planeta de la corrección
La superproducción animada española es amable, pero sin rasgos propios.
Uno de los ganchos publicitarios de Planet 51 es su condición de "superproducción animada española", lo que supondría un carácter alternativo a los productos de Hollywood. Pero no: ni un solo rasgo de esta película europea de 60 millones de euros, cuyo guión es de Joe Stillman (Shrek y Shrek 2), le otorga personalidad al conjunto. Al contrario, el filme entero es una gran imitación -un tributo, dirán sus defensores- de los de las factorías norteamericanas, potencias del género.
La resolución visual de Planet 51 es digna, aunque transitada; el argumento parte de una idea interesante, pero no remonta vuelo: se queda en un tono aleccionador, apenas discreto. Con incesantes homenajes a clásicos de la ciencia ficción -y de otros géneros- y un humor que funciona de a destellos, el envase es más atractivo, finalmente, que el contenido.
El mayor acierto es su planteo general, que invierte la identidad de invasores e invadidos. La historia transcurre en un planeta alejado de la Tierra, cuyos habitantes -seres verdosos, sin fosas nasales, con cabellos que parecen bananas-, viven en una especie de mundo feliz, que remite a los Estados Unidos de los '50. La única perturbación es la paranoia por la posible llegada de "alienígenas", lo que finalmente ocurre: un arrogante astronauta de la NASA y una especie de sonda espacial/mascota con algo de Wall-E. Por esta vez, los humanos somos los seres extraños, de otra galaxia.
Un grupo de chicos de Planet 51, encabezado por el adolescente Lem, esconde al astronauta y comprende que lo distinto (pregunta: ¿son tan distintos los mundos "confrontados"?) no constituye per se una amenaza. Esta lección será subrayada durante toda la película, en la que habrá acción, amor y chistes, digamos, previsibles. Los más efectivos aluden a la desesperación por aparecer en televisión y otras frivolidades. ¿Les suena?
Cuando se plantea el amor de Lem por su vecinita, el muchacho queda envuelto en Unchained Melody -tema de Ghost, canción que alcanzó su cenit en los '50- hasta que una cachetada en la nuca lo devuelve a la realidad. Cuando los habitantes de Planet 51 analizan los elementos encontrados en la nave espacial terrestre, se espantan con un Ipod en el que suena la insufrible Macarena, y lo destruyen a tiros. En otro momento suena un fragmento del tango Por una cabeza, que alude a Perfume de mujer: guiño que, por supuesto, sólo capta el público adulto.
Planet 51 es una película amable, de homogénea corrección: su punto débil. Un mundo apacible, de objetos curvos, retrofuturistas, con seres semejantes a los humanos del pasado, que se sienten "amenazado" por los humanos de hoy. La moraleja indica que no tienen nada que temer. Lo contrario de lo que planteó Ray Bradbury en Crónicas marcianas.