Patchwork de una vida
Planetario es la recopilación y selección de grabaciones caseras en las que incursionan algunos padres de diferentes partes del mundo filmando a sus hijos. Las imágenes de las primeras palabras del niño, sus primeros pasos y su estar en el mundo modelan, junto con los testimonios paternos que funcionan como notas al pie sobre la crianza, algunos de los retazos que componen los mundos familiares. Lo primero que la película buscar es una respuesta a esta compulsión por el archivo que los progenitores padecen: ¿por qué y para qué filman a sus hijos? Los motivos de cada padre son diversos, pero todos coinciden en querer que sus hijos recuerden su infancia de una determinada manera: con la claridad que sólo puede alcanzar la fidelidad de una imagen; claridad a la que, por otra parte, la memoria jamás podría aspirar. La memoria es imperfecta y, al igual que el relato oral, nos devuelve una imagen de contornos borrosos, que no da cuenta de la totalidad de los hechos sino de ciertos fragmentos que ordena y resignifica a su gusto. Entonces, en el corazón del acto de documentar la vida de un hijo, Planetario exhibe una preocupación por recordar absolutamente todo y muestra que para estos padres la forma de hacer concreta esa súper-memoria es a través de la imagen filmada, a la que le adjudican una precisión y completitud que la palabra y el recuerdo no tendrían. Así, la película abre una reflexión sobre esta práctica social y el objetivo que la impulsa que no es, como podría pensarse a simple vista, solo el intento de congelar el paso del tiempo sino también el anhelo por trazar un mapa filial y emotivo de exactas coordenadas.
Constelaciones. Planetario se inaugura con una suerte de prólogo de dos escenas que condensan uno de los temas con más peso en el relato y que vuelve a retomarse hacia el final del largometraje: cómo transmitir o explicar la lógica de la vida a un ser que recién comienza a dar sus primeros pasos en el mundo. La secuencia inicial nos conduce a un río en el que un padre y su hijo encuentran y observan animales y, en este propicio escenario, se presenta la ocasión para hacer un didáctico paralelo metafórico entre la naturaleza que nace y muere en un perpetuo ciclo y la vida del hombre, que experimenta el mismo proceso. Luego, la película nos introduce a cada una de las familias que participan en el documental intercalando los testimonios de los papás con fragmentos de las grabaciones de sus retoños. Esta sucesión de imágenes de archivo junto con las palabras de los padres permite conocer el imaginario de los distintos núcleos familiares en relación a las inquietudes que se generan durante la crianza de los hijos y también sobre cómo la paternidad cambia la manera en que vemos y entendemos el mundo. Así se va trazando un inventario de prototipos familiares que quizás pueden llevar a pensar que Planetario se encarga de hacer visible la pluralidad de familias que se configuran alrededor del mundo, cuando en realidad la película se ocupa de los sentimientos y deseos de los padres más que de los de sus hijos.
Mirada sobre la mirada. A pesar de que Planetario tienda en muchos momentos a ser un listado que recopila las miradas parentales sobre los hijos, la película se enriquece cuando toma posición frente aquello que muestra. Es el caso de esas emotivas secuencias en las que, después de presenciar imágenes de un hijo recién nacido o apenas dando sus primeros pasos, lo vemos más grande en una escena posterior y con una vida autónoma, como sucede en la historia de la familia de Maimará, en la que los padres cuentan el nacimiento del hijo mientras esa narración se intercala con las grabaciones caseras del bebé acompañadas por una música de fondo, para mostrarnos en una última escena que quien interpretaba la canción era el hijo unos cuantos años después. También la película toma partido cuando la imagen pone en controversia el discurso de los padres, como en la escena del relato de la madre norteamericana que mientras dice que no entiende por qué hay guerras y violencia en el mundo se muestra una imagen de su hija más pequeña jugando con una pistola de plástico, o bien cuando los padres declaran las expectativas que tienen de sus hijos y esas palabras se acompañan con la filmación de sus niños recién nacidos, balbuceantes, logrando poner en contraste los grandilocuentes deseos paternos frente a esos seres indefensos y dependientes que son sus bebés. De esta manera Planetario consigue evitar ser un mero atlas de obsesiones humanas porque juega hábilmente con estos y otros recursos que reconfiguran las palabras e imágenes con las que el metraje trabaja, dándoles un sentido nuevo y propio.