Padres e hijos por el mundo
Pasamos por la vida; transitamos un recorrido pero hay un origen en cada historia y un legado destinado a prolongarse en el futuro, que a veces es demasiado intenso como para querer registrarlo en una grabación casera u hogareña.
El boom de las redes sociales -o de la internet como herramienta de comunicación- ha conformado un mosaico inconmensurable de pequeñas historias que se comparten únicamente con el fin de la trascendencia en ese álbum globalizado y virtual que reserva un minúsculo espacio a la vida cotidiana de millones.
En paralelo, la moda de las grabaciones amateurs y hogareñas también tuvo su rebote en el ámbito cinematográfico, incluso se volvió, más allá de los fines fetichistas, en una temática con peso propio donde el valor afectivo de cada cinta es mucho más importante que el documento per se.
Al realizador argentino Baltazar Tokman (Tiempo muerto) lo sedujo de antemano la posibilidad de convertirse en testigo de pequeños momentos importantes para distintas familias a lo largo del mundo; padres que desde los primeros minutos registraron los nacimientos de sus hijos y luego continuaron la tradición de documentar el crecimiento de ellos, así como los procesos en las relaciones entre ambos con el paso del tiempo. Tal vez a este entusiasmo se le sumó la paternidad de Tokman y su decisión de filmar a su hija por lo que es casi seguro haber encontrado nexos con los otros padres a pesar de la distancia geográfica, cultural o idiomática.
Planetario es la síntesis de veinte años de recolección de material ajeno correspondiente a filmaciones de los padres con sus hijos bajo la técnica found footage (montaje en base a grabaciones ajenas). El hilo conductor no es otra cosa que la paternidad representada a partir del testimonio de seis familias pertenecientes a diferentes latitudes: Polonia, Argentina, Rusia, India, Estados Unidos y Egipto, insertadas a lo largo de los ochenta y seis minutos que dura el documental en el que puede apreciarse el contraste dialéctico como uno de los elementos estéticos y conceptuales, basta como botón de muestra reflexionar sobre los festejos de cumpleaños en el que se advierten las diferencias sociales y el poder adquisitivo de cada familia.
Los miedos y las inquietudes de cada padre y madre respecto al futuro de sus hijos, al rol desempeñado desde que vieron la luz, también forman parte del núcleo narrativo de este singular trabajo de Tokman junto a la investigación aportada por Irene Hartmann, seleccionado para la Competencia Argentina del Festival de cine de Mar del Plata en 2011, quien tras la autorización de cada uno de los padres involucrados culminó su tarea solicitándoles que respondan a un extenso cuestionario.
Otro elemento unificador es la fuerte presencia de la religión sobre todo en una familia norteamericana conservadora y creyente, en la que uno de sus hijos fue enrolado por el ejército para combatir en Afganistán. En las antípodas, el padre ruso ateo enseña a su hijo pequeño a manejar armas porque debe prepararlo para sobrevivir. Y de eso se trata la educación en definitiva, en la preparación de los hijos para sobrevivir, algo que nadie puede enseñar o aprender de antemano tal como expresan las dudas de estos padres, orgullosos y devotos de sus retoños como ocurre con la conmovedora historia de la familia argentina Tinde en el norte argentino.
La virtud de Planetario no reside tanto en el material acumulado sino en la selección metódica y conceptual para trazar las coordenadas de este viaje que se extiende a lo largo del mundo a paso firme y concentrado en la experiencia de ser padre, y mucho más aún de ser hijo.