Asignatura pendiente
La nueva película del director de Chicha tu madre es tan caótica y ambiciosa como fascinante (al menos en varios momentos). Un doble viaje (una road-movie hacia el Amazonas y uno interior, introspectivo, que incluye el consumo de Ayahuasca). Una historia que transcurre en el presente, aunque vinculada de forma permanente a través de largos flashbacks a una traumática relación entre hermanos en su juventud durante los años '70. Un film de fuerte impronta musical (recorre desde los inicios del rock nacional hasta la cumbia peruana actual), pero también un melodrama familiar, un relato de aventuras y, sí, un trip psicodélico y alucinógeno (es muy bueno el trabajo estético en este sentido).
Robertino Granados es Diamond Santoro, un ex astro del rock de fines de los años '60, comienzos de los ’70, que emprende un largo derrotero hacia la selva peruana (hay algo de la épica de Herzog en la propuesta) para de alguna manera reconstruir, recomponer tan lejos y con la ayuda de un chamán una historia personal marcada por los traumas, la culpa autodestructiva y el dolor.
Como en toda la obra de Quattrini, uno de los temas esenciales es el choque de culturas, la relación amor-odio que se establece, la integración, pero también el aprovechamiento, los resquemores y ciertos atisbos de racismo. En esta zona aflora cierta tendencia al pintoresquismo y al patetismo que le quitan algo de solidez a un film que es, en el mejor de los sentidos, una verdadera rareza. Bienvenido sea -aun con sus desprolijidades y vaivenes- un cine que escapa de toda fórmula y convencionalismo.