El director peruano vuelve con una propuesta parecida a Chicha tu Madre en cuanto a la convivencia de diferentes culturas y su visión de la condición humana. Su trabajo anterior y éste comparten el tono dramático bajo las capas de humor esporádico, pero el fuerte de Planta Madre -filmada en Iquitos y Buenos Aires- se concentra en los flashbacks del rockero argentino Diamond Santoro en su juventud, y la relación con su -ahora fallecido- hermano/ compañero de banda y con Pierina, el otro vértice que conforma el triángulo amoroso.
La música funciona como punto de partida de esta historia, la de un rockero acabado que, mediante el pasaporte de su hermano, decide viajar a Perú para alcanzar la paz interior, sanar las heridas de un pasado inconcluso y cerrar un proyecto que ha quedado trunco. Quattrini plantea la selva como espacio fundamental para exorcizar los demonios y encontrarse con uno mismo en medio de un periplo lisérgico.
Esta coproducción entre Perú, Italia y Argentina es un collage místico que mezcla la cumbia peruana con el rock argentino en una road movie con persecuciones, narcos, una historia de amor y el cruce de culturas en un viaje que tiene como objetivo lavar culpas y dolor, dejándonos la sensación de haber vivido una experiencia transformadora.