Planta madre

Crítica de Lucas De Caro - Toma 5

MUCHO SABOR (A POCO)

Si ves mucha televisión, si te gustan mucho las experiencias raras o si te interesa la vida de los pueblos originarios, seguramente habrás escuchado alguna vez sobre el ritual de la ayahuasca. ¿Qué es esto realmente? Ayahuasca en quechua significa soga de muerto, ya que según el pensamiento de los pueblos nativos la misma les permitía a sus espíritus salirse del cuerpo sin que ellos se mueran, conectándose así plenamente con la naturaleza. Ésta consta de un preparado de sustancias vegetales con fuerte sabor, que lleva al ser humano a ese estado modificado de consciencia.
De la mano de los hermanos Lucía y Esteban Puenzo y con la dirección del peruano Gianfranco Quatrini llega “Planta Madre”. La película habla de un viaje al corazón de América Latina, en el cual el mayor de los hermanos Santoro, quienes componían una de las bandas pioneras del rock argentino a fines de los ’60, va en busca de un curandero amazónico para tomar esta famosa medicina, la que su hermano quería beber antes de morir. De todas maneras, resulta difícil explicar exactamente de qué trata exactamente la película ya que el conflicto principal está indefinido.
El relato tiene una estructura dividida en dos tiempos: pasado y presente. El primero es causa del segundo y está todo entrelazado, con la idea de que se vaya construyendo todo a medida que avanza el tiempo. Hasta ahí vamos bien. El problema surge ya que no hay una línea argumental clara. Por ejemplo, en el pasado, se ve lo que era toda la banda, qué era lo que ellos hacían y cuáles eran sus peleas; por el contrario, en el presente solo hay un protagonista claro. Encima, los actores que interpretan a la misma persona, se parecen casi nada en lo físico. Además, aparece un problema con tráfico de drogas innecesario ya que nada tiene que ver con la otra mitad de la historia. De esta manera, los dos ejes lineales están en desequilibrio y el drama no alcanza un clímax muy alto. Debería haber un solo protagonista en toda la historia con un conflicto bien marcado.
Por otro lado, tenemos lo mejor de esta producción: la banda sonora. La música original está compuesta por Ariel Minimal, cantante y guitarrista del grupo Pez y ex Los Fabulosos Cadillacs. También, se suma todo el sabor peruano que encuentran durante su viaje en cumbias, chichas y salsas, la música hippie que improvisan en sus rondas y toda la que los curanderos realizan en sus ceremonias. Mucho color.
El reparto actoral no es de primer nivel aunque se destaca la participación de Camila Perissé, ex vedette con éxito en los ’80, y una de las revelaciones de este año, Emiliano Carrazzone, de última aparición en “Delirium”. El joven Manuel Fanego, quien interpreta al menor de los hermano, también hace correctamente su sumiso papel. Sin embargo, la mayoría de los papeles no están muy bien explotados. Robertino Granados está muy aburrido y Rafael Ferro parece haber caído de otro film. Se supone que al tratarse de una banda medio hippie de los 60, los personajes deberían experimentar más con algunas drogas típicas y tener alguna que otra alucinación. Sin embargo, son muy glam y consumen poco. Lo mejor que los representa es un cuaderno psicodélicamente pintado, similar al del cartel que promociona la película. Falta más de eso.
Si ordenan todas estas ideas, seguramente puedan experimentar placenteramente el cine y disfrutar así la película, que funciona más como una ventana al Amazonas que como una historia de vida que pone los pelos de punta. Podrán impactarse con el color de la selva, la música peruana y todos los contextos creados, pero no esperen lágrimas ni risas.