Como con los ladrillos Lego (o su sucedáneo local), quién no ha jugado, con amigos o hijos, con los Playmobil y sus interminables accesorios en miniatura. Un anzuelo casi emocional, entonces, para asomarse a su versión película, sobre todo luego de los buenos resultados de la saga Lego. Lamentablemente, van a encontrarse con otra cosa. Otra más que empieza con un golpe bajo, cuando una adolescente que quiere viajar por el mundo y juega con su hermanito recibe la noticia, de la policía, de que sus padres han muerto. A ese prólogo edificante le sigue un presente amargado, que cambiará gracias a un rayo que los convierte en Playmobils. El hermanito, en un vikingo que termina en el Coliseo romano, excusa para pasearnos por toda la galería de playmobils, desde el lejano oeste a los dinosaurios. Ella conoce a una especie de Han Solo con el que se alía para buscar al hermano. Con un guión plagado de clichés, problemas de actuación, chistes que no hacen reír, argumento previsible, la película decepciona. Menos por el 3D impecable, claro: la textura de los juguetes, el movimiento y el despliegue son impecables.