Perderse para encontrarse
Pasó con LEGO, y seguirá pasando con cualquier objeto/producto/juguete que Hollywood considere plausible de una adaptación cinematográfica, porque más allá de los resultados posteriores en la taquilla, habilitar una franquicia a partir de recuerdos de entretenimientos infantiles de antaño es potencial motor de dinero y películas, y más dinero y más películas.
Pero el caso de Playmobil: la película (Playmobil: the movie, 2019) escapa a aquello que uno esperaría de un film protagonizado por esos pequeños muñecos que animaron a generaciones a aspirar a oficios y jugar a vivir aventuras trepidantes, porque en el inicio la inesperada orfandad de los protagonistas, Marla y Charlie, y el ingreso al mágico universo de Playmobil, por obra y gracia de vaya a saber qué extraño poder, ya depositan en los personajes una carga actante bastante particular.
A Marla se le otorga el poder de la organización y responsabilidad, pero también el de la culpa y el excesivo control, mientras que a Charly se le brinda un carácter rebelde, resultado de su total enojo y desprecio por su actual vida. Dos hermanos sueltos en el universo real e imaginario, que hacen lo que pueden para sobrevivir.
Sobre la base de esos fundamentos, el relato, que sí, cae en estereotipos, y sí, tiene algunos números musicales insufribles, permite que aquello que en otras oportunidades, como en el caso de La Gran Aventura Lego (The Lego Movie, 2014), funcionaba como una catarata de bromas, incorreción política y humor, aquí se tamiza colocando, además, una pátina de sensible aura de inocencia.
Y esto no quiere decir que la película magnifique la inocencia, al contrario, sus protagonistas tienen sus contradicciones y pros y contras, envalentonados por el espíritu lúdico de los personajes subyacentes, los que, en muchos casos, activan partes dormidas en los hermanos y que requieren un control distinto para, por ejemplo, en el caso de Charlie, dominar su fuerza.
La incorporación de un agente encubierto al estilo 007, que ayudará a los hermanos en los momentos claves, el villano de turno que de tan malo da risa, un acompañante un tanto particular, y algunos guiños a situaciones que quitan el naturalismo con el que se quiere enfundar al relato, son sólo algunos de los puntos a destacar a la hora de evaluar la propuesta animada.
Lino DiSalvo debuta en la dirección con la difícil tarea de dar vida a los emblemáticos juguetes alemanes, dotando de actualidad al relato a partir de la incorporación de guiños sobre la cultura popular y un dinamismo que aggiorna la narración y el tempo de la historia.
Al arranque live action, con un prólogo que suma esas funciones de cada uno de los personajes, le sigue una divertida aventura en la que Marla y Charlie deberán reencontrarse a pesar de las últimas diferencias que tuvieron, pero que al no ser irreconciliables, les permitirán un happy ending como se merecen.