Gloria es ascensorista en la Universidad Pública de Río de Janeiro; creció en una favela con un padre abusador y un hermano que es jefe de una banda de narcotraficantes. Camila, por su parte, es una joven psicoanalista portuguesa que viaja a aquella ciudad para estudiar casos de violencia para finalizar su tesis doctoral. En este marco comienza a tratar a Gloria y, al mismo tiempo, se sabe una extranjera en medio de una ciudad desigual, ruidosa y hostil. Entre ellas comenzará un vínculo impredecible que atravesará las paredes del consultorio.
La directora brasileña Lucía Murat construyó con indudable calidad una dura historia en la que los traumas, la obsesión por un juego de placer y culpa, la locura, la cordura, la construcción y la deconstrucción juegan roles preponderantes. Este entramado recorre con sutileza el miedo y la paranoia en una relación entre dos mujeres de diferentes clases sociales.
Por momentos cálida y siempre intensa en la pintura de sus personajes -interpretados con solvencia por Grace Passó y Joana de Verona-, Plaza París se convierte en uno de esos films que obligan al espectador a seguir con emoción el recorrido de ese par de protagonistas que pintan el devenir de un micromundo violento y, al mismo tiempo, pleno de comprensión y de ternura.