"El tema de la violencia siempre me ha interesado porque era parte de mi vida, ya que en el paso de la juventud a la edad adulta viví los horrores de la dictadura brasileña. Plaza Paris, sin embargo, va más allá de eso. Es una película que trabaja sobre el miedo y la paranoia dentro de una relación entre dos personas con diferentes clases sociales y diferentes experiencias. Me parece que el miedo al otro está muy presente en la sociedad brasileña actual. Más actual que nunca, este miedo está en todos partes”, dice la cineasta brasileña Lucía Murat (Casi hermanos, Memorias cruzadas) acerca de su nueva película, ganadora de los premios a mejor director y mejor actriz (Grace Passô) en el Festival Internacional de Río de Janeiro.
La realizadora también ha dicho que Plaza Paris es un thriller basado en de hechos reales, y es verdad que se la puede pensar como un thriller, aunque no creo que ése sea el fuerte de la película. Es más atinado pensarla como un drama intimista con una fuerte proyección social y política, con algunos rasgos del thriller. Desde esta óptica, Plaza Paris es una obra perturbadora, de un impacto visceral, aún con sus desaciertos.
Gloria (Grace Passô) es ascensorista en la Universidad Pública de Río de Janeiro y nació, se crió, y vive en la favela. Desde los 10 hasta los 15 años fue abusada sexualmente por su padre en forma sistemática. Su hermano, Jonas (Alex Brasil), es jefe de una banda de narcotraficantes y está preso, desde hace ya mucho tiempo, por haber matado a su padre. Es que un día no aguantó más ver el sufrimiento de su hermana y acuchilló a ese padre tan abusivo como temido. Desde entonces, Gloria lo visita en la cárcel, le lleva comida, lo acompaña como puede. Y Jonas, aún estando preso, sigue teniendo contacto con el exterior y, aparte, su poder no ha disminuido con el tiempo.
A su vez, Camila (Joana de Verona) es una joven psicoanalista portuguesa que llegó a Río para terminar su tesis doctoral sobre casos de violencia y ahora atiende gratis a Gloria en la Universidad. Al principio, todo va bien, psicoanalista y paciente construyen un vínculo terapéutico donde prima la confianza. Pero, con el correr de las sesiones, Gloria cuenta cosas que incomodan, y hasta asustan, a Camila. Es que sus relatos de violencia y criminalidad, sumados a la potencial amenaza que representa su hermano narcotraficante, hacen que la psicoanalista empiece a tener miedo de su paciente, de su entorno. Mejor dicho, empieza a sentir paranoia y mucha. Aparte, también es verdad que el peligro real está presente a la vuelta de la esquina.
Plaza París llama la atención, en primer lugar, por el calibre de las interpretaciones de sus protagonistas. Grace Passô construye una Gloria con quien se puede empatizar, una mujer abusada y marcada por una vida sin oportunidades. Pero, también se presenta como una mujer de armas tomar, alguien que podría hacer cosas impensables en aras de buscar justicia o venganza. Porque la Gloria de Passô es una personaje complejo, sorprendente, vivo. Por su parte, la Camila de Joana de Verona es el contraste perfecto de Gloria. Blanca, educada, sin prejuicios (¿o acaso están escondidos?), es un personaje que cree conocer el terreno que transita pero, en verdad, no lo conoce. O quizás sí, pero solo en teoría. Y en Plaza Paris la teoría no sirve de mucho.
Así, el vínculo entre estas dos mujeres tiene espesor, solidez, verosimilitud – a pesar de algunos momentos donde cierta tendencia a un drama exacerbado hace un poco de ruido. Se las siente cercanas y esa cercanía, en este contexto social y político, no puede sino resultar delicada y amenazante. Si la pelicula fuese solamente un drama, no tendría mayores fisuras. Pero lo que no funciona del todo bien es su parte de thriller: las revelaciones no sorprenden mucho, algunos acontecimientos están un poco tirados de los pelos y la figura del hermano es un tanto unidimensional – otro personaje desdibujado es el novio de Camila, un actante sin acciones.
Tampoco funcionan del todo bien los segmentos oníricos y las fantasías evocadas por las mujeres. Es que se sienten forzadas estilísticamente. Pueden ser atractivas visualmente, pero son disruptivas estéticamente. Pero sí es interesante lo que se dice a partir de esas fantasías, lo que las mujeres expresan en el discurso durante sus sesiones. En este caso, las palabras valen más que mil imágenes.
En esencia, Plaza París es valiosa y memorable por lo bien que expone cómo la continua circulación de la violencia y el miedo al Otro son el centro de una sociedad sumida en una crisis terminal. En este sentido, la película estremece – más aún a la luz del reciente triunfo de la ultraderecha de Bolsonaro, que promete seguridad a través de mano dura y represión – y es tan implacable en su mirada como certera en sus apreciaciones. Porque aún con las mejores intenciones, hay contextos en los que se puede hacer poco y nada para cambiar el status quo. Puede existir una ilusión de un cambio pero, al fin y al cabo, la realidad descarnada es la única verdad posible.
Plaza París (Praça Paris, Brasil, 2018) Puntaje: 7
Dirigida por Lucía Murat. Escrita por Lucía Murat, Raphael Montes. Con Joana de Verona, Grace Passô, Marco Antonio Caponi, Babu Santana, Digao Ribeiro. Fotografía: Guillermo “Bill” Nieto. Montaje: Mair Tavares. Duración: 110 minutos.