Por las plumas
Inscripta en una serie de películas animadas de “lectura” simple, y que contienen elementos clásicos para ser comprendidas rápidamente, Ploey: Nunca volarás solo (PLOEY-You never fly alone, 2018), de Árni Ásgeirsson, desanda los pasos de un pequeño pájaro en medio de la transformación y maduración que deberá asumir al quedarse solo en medio de la nada. Y allí, la comparación con Mi pobre angelito (Home Alone, 1990) no es arbitraria, al contrario, la referencia se potencia ya que al comenzar el relato Ploey es un pequeño “chorlito”, un ave muy buscada por los depredadores en donde vive, que asume aquellos puntos que su familia le transmite como esenciales para sobrevivir.
Chocando con algunos de sus compañeros, sin darse cuenta, un día conocerá el amor a partir de un encuentro con Ploveria, una chorlito empoderada que le hará descubrir sentimientos nunca antes experimentados. Cuando la migración se hace evidente y necesaria (Kevin y su familia deben tomar un avión de manera urgente), el destino querrá que sus seres queridos se vayan y Ploey se encontrará solo, intentando encontrar un camino para recuperar su vida luego de haber sido capturado por un hambriento gato que impidió su salida en conjunto.
La historia bucea en el destino del protagonista tras haber seguido siempre las indicaciones de sus padres, pero que al quedar aislado deberá comenzar su transformación, o mejor dicho su coming of age, desde la sorpresiva e imprevista situación en la que se encuentra para volver con los suyos. Mientras su grupo ha exiliado a lugares más calurosos para pasar el invierno, la joven ave deberá encontrar la mejor manera para pasar el frío y la falta de alimento, y así conocerá a una inmensa paloma llamada Giron, con la que, tras idas y venidas, emprenderá el regreso a su bandada, evitando que el malvado Shadow, el villano de turno, termine con su vida.
Ploey: Nunca volarás solo es un film animado que intenta suplir las limitaciones visuales con un guion que profundiza en temáticas alentadoras. Políticamente correcta, y pensada para un público infantil hasta los ocho o nueve años, no hay ninguna complicación en la estructura del guion que resienta la narración y su seguimiento. Así, los obstáculos presentados, uno tras otro, son sólo excusas para reforzar los estereotipos con los que trabaja, los buenos son muy buenos y los malos muy malos, y también para configurar la progresión dramática imaginándolos como posibilidades argumentativas.
Esta producción refuerza su guion para hablar de temas como el amor, la amistad, el trabajo en equipo, la superación de los miedos, la familia, entre otros, que son trabajados a partir de cada personaje que se incorpora al relato. Árni Ásgeirsson debuta en el cine animado con esta propuesta sencilla, tras haber configurado una breve carrera como director de películas de ficción en Bélgica, que lo han dotado de un conocimiento adquirido previamente, que se manifiesta en la resolución de conflictos y situaciones complicadas para el protagonista, pero también en el arco que se construye en la acción desde la soledad de Ploey al acompañamiento de unos pocos, construyendo una efectiva aventura y fábula.