Fantasías nacionales animadas
Para el cine argentino el estreno de Plumíferos no representa un hecho menor. No sólo porque el género animado constituye un porcentaje ínfimo dentro de la producción nacional, sino porque en este caso se trata de animación digital: una mosca blanca. Con el valioso agregado de haber sido realizada con software libre, es decir al margen de las grandes corporaciones y monopolios informáticos, la película hasta se permite incluir como villano a un tal señor Puertas, suerte de homenaje en reversa para el señor Windows. Según cuentan sus hacedores, Plumíferos es el primer largometraje de este tipo realizado en el mundo. Dicho esto, el film alterna aciertos y debilidades, aunque es cierto que redondea un producto respetuoso y respetable.
El film propone un cambio de perspectiva: mostrar la ciudad desde lo más alto, con protagonistas que habitan las últimas ramas de los árboles o los pisos superiores de los rascacielos. Entre ellos está Juan, un gorrión común pero con ínfulas de ave del paraíso: sus aspiraciones son destacarse entre millones de gorriones iguales a él y conquistar chicas. Feifi, en cambio, es una canarita en cautiverio, propiedad del señor Puertas que, como su alter ego, también es dueño de una compañía de software. A partir de un fallo de los sistemas de seguridad del señor Puertas, Feifi consigue escapar aterrada.... por una ventana, claro. Los chistes que se mofan del inepto Puertas continúan durante toda la película. Y aunque cualquiera sabe qué tan diabólico puede ser el verdadero Puertas, nunca quedará claro cuál es la función del personaje en la película (más allá de ser blanco de esas burlas), ni cuál su villanía dentro de la trama.
La relación que de a poco unirá a Juan y a Feifi es el cauce en el que irán decantando los gags, que aspiran a cumplir con la función de extraer la risa del público. Buena parte de esos artificios resulta efectiva, aunque no consigan la carcajada (tampoco es necesario), pero otros quedan demasiado expuestos en su función de meros intermezzos sin conseguir su efecto, ni cohesionar con el desarrollo de la narración. Otras situaciones permanecen inconclusas –el mismo defecto que ya se ha marcado respecto del villano–, como la carrera en el Rosedal, que deriva en la siguiente instancia narrativa sin que la película regrese nunca a cerrarla.
Entre los aciertos del film se puede contar el gran trabajo de algunos de los encargados de las voces, que consiguen fusionarse con oficio a sus personajes. Se destacan el picaflor de Peto Menahem, el aguilucho de Esteban Prol, algunos momentos de la paloma de Mirta Wons y, sobre todo, la habilidad de Mike Amigorena, quien realiza un puñado de personajes distintos con una versatilidad que no es una sorpresa. Tampoco debe olvidarse la moderna banda de sonido, que incluye una versión de la popular Volare a cargo de Chucky, vocalista de los ascendentes Smitten.
Los directores y productores de Plumíferos han dado un importante primer paso. No es poco: ojalá estén pensando en el siguiente, mejorado y aumentado.