Esta película recrea en el cine un gran escándalo mediático que ocurrió hace unos años, durante la administración de George Bush, cuando la Casa Blanca reveló la identidad secreta de una agente de la CIA, para restarle credibilidad a los artículos que escribió el marido de la mujer, donde aseguraba que las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Sadan Hussein era una mentira creada por ese gobierno para invadir Irak.
El film narra cómo el matrimonio se enfrentó a los medios de comunicación y operaciones políticas para denunciar la corrupción del sistema político de su país.
La historia es muy interesante pero como propuesta cinematográfica no termina de convencer.
Poder que mata se vendía como un thriller político y la verdad que el suspenso acá brilla por su ausencia.
El director Doug Liman, responsable de Identidad desconocida y Sr. y Sra Smith, se limita a narrar cronológicamente los hechos que vivieron los protagonistas pero nunca llega a crear tensión con el conflicto ni con la relación entre los personajes.
Sería una falta de respeto catalogar a este film como thriller político si recordamos lo que hizo Alan Pakula con Todos los hombres del Presidente, sobre el famoso caso Watergate, donde pese a que uno ya sabía como iba a terminar la historia, la película era apasionante.
Otra producción que conseguía lo mismo es El informante de Michael Mann.
No es el caso de Poder que mata que termina por aburrir pese a sus buenas intenciones de denuncia.
Sean Penn y Naomi Watts, volvieron a reunirse en este proyecto luego de esa tertulia depresiva que fue 21 gramos, con interpretaciones sobrias que no alcanzan para engancharte con la historia.
Mucho diálogo e información técnica para un film con un enfoque narrativo que nunca logra cautivarte, pese a que el tema que trabaja es interesante.