Lo mejor son los efectos especiales
Presentación en sociedad de un realizador y un guionista veinteañeros, Poder sin límites empieza como si alguien hubiera decidido filmar un episodio de la serie Héroes echando mano del truco de The Blair Witch Project o Actividad paranormal. Sigue como si la misma u otra persona hubiera robado la libreta de apuntes de Stan Lee, creador de El hombre araña y Los cuatro fantásticos. Se convierte más tarde en versión voladora de Christine y termina en un estilo “rompan todo” que recuerda a El increíble Hulk. A falta de una historia que sea más o menos consecuente consigo misma, lo más convincente de este debut del realizador y coguionista Josh Trank y el guionista Max Landis (hijo de John Landis, director de El hombre lobo americano y Los hermanos caradura/The Blues Brothers) son los efectos especiales. No por nada, entre FX y efectos visuales, la ficha técnica que incluye el sitio imdb suma cerca de cien nombres.
Los protagonistas son tres compañeros del college. Uno se la pasa citando a filósofos célebres, el otro es candidato a presidir el centro de estudiantes y el tercero es el chico conflictuado. Con una madre postrada y entubada y un padre que no pierde oportunidad de pegarle salvajemente, no extraña que Andrew sea tímido, reclusivo, virgen, abstemio... y tenga una cámara de video como mejor amiga. Con esa cámara, que lleva a todas partes, Andrew filma todo lo que pasa, aunque no tenga la menor importancia. Excusa para sumar Poder sin límites a la serie (serie que debería clausurarse ya, con agradecimiento por los servicios prestados) de películas-filmadas-como-si-fueran-documentales-caseros (agregar Cloverfield y El último exorcismo a las mencionadas más arriba). En medio de su nada colegial y cotidiana, Andrew, Matt y Steve descubren un hoyo practicado por algo que habrá caído del cielo, entran en él y salen con superpoderes. Telekinesis primero, capacidad de volar después, fuerza sobrehumana finalmente.
El costado Stan Lee está dado por la cuestión moral que entrañan los superpoderes (a los muchachos se les va la mano y provocan una muerte), y la semilla Christine está incubada en la figura de Alex, que sintiéndose victimizado (sobre todo por su siniestro padre, que cumple la función del ogro de los cuentos de hadas) superdesarrollará sus superpoderes, haciendo superpelota todo lo que lo rodea: amigos, enemigos, el mundo entero. La tierra tiembla, vibra y se hunde a su paso, como si el esmirriado muchacho hubiera devenido de golpe en un nuevo Hulk. Sin una personalidad propia y mutando sin control de una secuencia a la siguiente, lo que se mantiene parejamente bueno a lo largo de Poder sin límites son, como queda dicho, los efectos especiales y visuales.