Imagínense si, por un fortuito encuentro con un extraño objeto, recibieran super-poderes … Corrijo: imagínense si tuvieran 17 años, y recibieran esos poderes. ¿Qué harían con ellos? ¿Serían capaces de manejarlos? ¿Implican una responsabilidad? Ese es, en líneas generales, el planteo de Poder sin límites.
Andrew (Dane De Haan) es el chico tímido, típica víctima de los bullies de la zona. Para registrar lo que le sucede, se compró una video cámara con la que filma todo. Absolutamente todo, muy a pesar de quienes lo rodean. Así empieza el film, aunque el giro lo darán su primo, Matt( Alex Russell), y un amigo, Steven (Michael B. Jordan), al encontrar un agujero que conduce a un túnel en un parque durante una fiesta. Los tres se introducirán en ese túnel, para enfrentarse a una suerte de roca brillante, que emite sonidos extraños.
Los tres chicos reaparecerán en otra filmación, posterior a ese día, en la que se graban realizando pruebas con sus nuevos poderes, riéndose de todo lo que pasa, casi como en un Quinta a Fondo sobrenatural. Y la película continúa, siendo fiel a su nombre en inglés: es una crónica de las proezas y la evolución del dominio que van adquiriendo los chicos sobre sus nuevas habilidades.
Con un estilo similar a Blair Witch, y Actividad Paranormal, la película está narrada a través de cámaras-testigo. Si bien aquí no se utilizan para insinuar que se trata de filmaciones reales, constituyen el único punto de vista. No sólo la cámara de Andrew. También la de la chica del blog, las diferentes cámaras de seguridad de calle y edificios varios, y todos los celulares disponibles serán la fuente de las imágenes que arman esta historia. Si hubiera algún momento que no pudiera ser registrado por alguna cámara intrínseca a la historia, simplemente no existirá para el espectador.
Pero es ahí donde el film encuentra su falla: la seguidilla de peripecias, ensayos, pruebas, se hace tediosa por momentos. E incluso cuando suceden hechos que tendrían que generar un cierto suspenso, o tensión en la trama, se los pasa de largo como una anécdota más, evitando generar un ritmo que atrape.
Los chicos cada vez manejan mejor sus poderes, mostrando nuevas y más osadas pruebas, y en ese in crescendo descansó el director Josh Trank (en su ópera prima), como si alcanzara para generar un clima atrapante. Sin embargo, el mero racconto no alcanza, e incluso después de la persecución del final, uno sale del cine con la sensación de haber visto una película chata, sin matices.
Por el tipo de enfoque elegido, el de la cámara como narrador testigo, tampoco se profundiza en el dilema moral, que asoma en las diferentes posturas de cada uno de los chicos con respecto a lo que les sucede, y en algunas declaraciones, sobre todo de Andrew. Por un momento, pareciera que vamos a intentar explicar por qué, con los mismos poderes, podrían existir super-héroes, y super-villanos. Pero el tema apenas se esboza, y queda ahí, como otra filmación más.
Tal vez si nos dijeran que está basada en hechos reales, conseguirían captar algo más de nuestra atención, pero encima sabemos explícitamente que todo es artificio, así que no podemos aprovechar siquiera eso.