El dulce aroma del espíritu adolescente
El cine de "cámara en mano" en este momento está siendo un recurso más que usado, abusado. De hecho esta misma semana se estrena otro film con ese tenor, Con el Diablo Adentro. Así con la excusa de lo documentado se vienen haciendo películas de bajo presupuesto y en general, de pocas ideas. Por eso ver Poder sin Límites fue una grata sorpresa. Es que el recurso de la cámara en mano queda bastante desvirtuado, llegando casi a estorbar. Aquí solo es utilizado como registro de estos tiempos, y principalmente, como lenguaje adolescente. Ah sí, esta historia viene de unos jóvenes que adquieren el poder de la telequinesis, así como suena, hormonas que pueden levantar autos.
Lo más peculiar de esta historia son las similitudes con otra. La gran Akira de Katsuhiro Otomo. Esta última es una película de animación de la década de los ochenta, obra maestra, clásico que rompió toda una barrera hacia occidente (en cuanto al cine de animación japonés para adultos) y que hoy está en carpeta para hacer en versión real action en Hollywood. Un proyecto que se viene retrasando por presupuesto, cambio de actores y otros etcéteras. Entonces surge esta pequeña película para cambiar el panorama. Porque cuenta una historia muy similar, principalmente hacia el final de la misma. Aquella Akira contaba la historia de un grupo de adolescentes motociclistas en un futuro cyberpunk, apoyándose en un duelo entre dos amigos. En Poder sin Límites está establecido un grupo tripartito de adolescentes. Andrew lleva una vida a puro sufrimiento y vejación. Matt (el primo de Andrew) tiene aires de intelectual y solo logra ser torpe, pero es apuesto y con eso alcanza. El tercero, presidente de los estudiantes de la escuela, es puro carisma. Esta amistad que no existía antes de la adquisición accidental de los poderes es equilibrada solamente por la telequinesis. Pero la realidad es otra, transformando esta relación en un duelo entre aquel excluido y los destinados a reinar. Porque Andrew, quien es maltratado por su padre, por sus compañeros de secundaria y con una madre enferma, será como aquel Tetsuo de Akira, un adolescente que desea revancha, con furia intenta equilibrar (y si no puede, destruir) un mundo injusto a sus ojos. Ahora tiene el poder para hacerlo.
La historia funciona por varias razones, primera porque ese poder que se obtiene es utilizado al comienzo para la diversión, un juego más, entonces uno logra la empatía con esos personajes, sintiendo que acaso uno haría las tonterías que ellos realizan. Nos sumamos hasta que un hecho perturbador expresa el resentimiento profundo de Andrew, el de alguien que nunca tuvo la oportunidad de tener el control. Y cuando finalmente el mundo se vuelva contra ese personaje, él se tornará contra el mundo. Aunque de una psicología simplista, no está del todo mal para explicar una época hormonal en donde todo se parece al fin del mundo. Lo que quizás logra confundir es el tema de la cámara en mano, llega un punto en donde es imposible justificarse, entonces esa supuesta documentación (que nunca creímos) se vuelve inútil y un tanto molesta, distrae. Pero no llega a desbarrancar y aunque un tanto forzado, logra mantenernos en vilo.
Nos encontramos frente a un film que va a funcionar en el espectador de espíritu adolescente, en aquel que soñó con tener algún día "superpoderes" y principalmente, surge una película con un enfrentamiento final que se la juega a fondo, sin vergüenza, un verdadero animé.