Una conmovedora producción coreana sobre la relación entre una abuela y su nieto
Si alguien leyera que en el inicio de una película hay una chica que se suicida luego de haber sido violada por sus compañeros de colegio y que la protagonista es una mujer sexagenaria cuya calidad de vida empieza a degradarse a partir de los primeros síntomas de Alzheimer, podría imaginar con no poca razón que estamos ante un film de explotación, una de esas historias que se regodean en la sordidez y las peores miserias del ser humano.
Nada de eso. El notable director coreano Lee Chang-dong construye con esos y otros elementos (el eje es la relación entre una abuela y su nieto) un melodrama exquisito en su realización y de múltiples niveles de lectura por su mirada no exenta de lirismo y cargada de significación.
Habitué del Festival de Cannes (donde obtuvo por este trabajo el premio al mejor guión y el galardón ecuménico) y ex ministro de Cultura de su país, el director de Oasis , Peppermint Candy y Secret Sunshine continúa con su exploración del melodrama de fuerte espíritu humanista (aborda la posibilidad del perdón y la reconciliación incluso luego de situaciones extremas) sin por eso caer en la simplificación tranquilizadora.
El film está narrado desde el punto de vista de una mujer de 66 años (extraordinario trabajo de la veterana y popular actriz Jeong-hie Yun) a cargo de su nieto, un adolescente rebelde que podría estar implicado junto a sus amigos en la apuntada violación de una chica de la escuela. Mientras la heroína trata de lidiar con el joven (y con las consecuencias de sus actos) y se encarga de cuidar también a un viejo que ha quedado prácticamente paralítico tras un infarto, empieza a sufrir los primeros efectos de su enfermedad degenerativa y se inscribe en un curso de poesía para adultos en un centro comunitario local como forma de catarsis y de exploración interior.
Así, mientras va perdiendo de manera progresiva su capacidad para el habla y la memoria, busca de manera desesperada en los versos las palabras justas para describir su visión del mundo. Más allá de algún pasaje que peca de cierta inocencia (quizá para contraponerlo con la crudeza de los temas crudos que aborda) y de su exigente duración, estamos ante un film bello, profundo, trascendente, espiritual, inteligente y conmovedor.