Mirar las cosas por primera vez
Notable drama del coreano Lee Chang-dong.
Para escribir un poema hay que mirar las cosas como si fuera la primera vez”, le dice a Mija, mientras sostiene una manzana, el hombre que le da clases de poesía. Mija se ha acercado al centro cultural del pueblo interesada en el tema (“me gustan las flores y digo cosas raras”, explica) y ha empezado a estudiar con el objetivo de poder escribir un poema al final del curso. Acaso ese problema de memoria que está teniendo -se olvida sustantivos, no recuerda cosas- la haya llevado hasta allí. O tal vez la necesidad de pensar un poco la relación con su nieto adolescente, que vive con ella.
Es que el chico podría estar involucrado en un delito -con un grupo de amigos habrían violado repetidas veces a una compañera de la escuela- que concluyó con el suicidio de la chica, imagen que abre el filme. Pero en la escuela lo que quieren –tanto las autoridades como los padres de los otros chicos- es sacarse el problema de encima y están dispuestos a pagar por el silencio de la madre de la víctima. Mija no sabe, no entiende muy bien qué es lo que debe hacer. Y para eso está la manzana, la poesía, para ayudarla a mirar mejor.
En Poesía para el alma , el quinto filme del coreano Lee Chang-dong ( Oasis, Peppermint Candy ), hay varios ejes narrativos que se van uniendo hasta conformar las distintas facetas de un persona, de una vida. La de Mija, en este caso, una elegante mujer de unos 70 años cuya vida aparentemente tranquila se desmorona de un día para el otro entre su nieto y el incipiente Alzheimer. Ese relato íntimo le permite a Lee acercarse a otro, más complejo: es una historia acerca del arte (la literatura, sí, pero también el cine) y cómo nos puede no sólo ayudar a sobrevivir sino también a mirar mejor lo que pasa a nuestro alrededor.
Lee puede ser directo y casi obvio en lo que quiere transmitir, pero la forma en la que lo hace es muy sutil, entrando a su temática de la manera más lateral posible.
Poesía… es un drama y un policial, pero más que nada es un relato pausado que va acumulando tensión dramática mientras gira lentamente su eje, al punto en que, al final, esa manzana que Lee nos va mostrando ya no es la misma que al principio.
Con sobriedad y recursos nobles, sin gestos ampulosos ni golpes dramáticos impostados, el notable realizador coreano construyó un filme que se detiene en detalles (una reunión de incipientes poetas borrachos, una caminata de Mija bajo la lluvia, la contemplación de un árbol), porque son ellos, más que los acontecimientos, los que cuentan la historia de esta mujer que entendió que la vida y el arte se cruzan -y retroalimentan- de las formas más insospechadas.