Nunca es tarde...
Poesía para el alma está a la altura de los anteriores films del coreano Lee Chang-dong, como Oasis o Peppermint Candy. Se trata de un melodrama narrado desde el punto de vista de una mujer que, después de los 60 años, decide que quiere escribir poesía. Algo excéntrica, la señora se encarga con dificultad de criar a su nieto, involucrado en un grave hecho de violencia.
La protagonista enfrenta objeciones de conciencia, mientras la sociedad parece aceptar el hecho naturalmente. Aunque su salud está deteriorándose, ella despliega gran vitalidad, cuida de un anciano y trata de aportar a su vida otra sensibilidad. Es clave que, cuando empieza a olvidar las palabras, por un proceso de Alzheimer, ella quiera dedicarse a la poesía.
El aspecto relacionado con la actividad literaria es quizás el menos logrado o el más ingenuo de este film complejo, que plantea temas como el lenguaje y la incomunicación, el dolor y la culpa, el deber y la reconciliación. Y las diferencias entre las conductas femenina y la masculina.
El film habla de la transmutación personal, más allá de la edad las limitaciones, de cómo lo prosaico o lo banal pueden devenir poesía, y todo en manos de una mujer muy simple, que cerca de la vejez empieza a ver el mundo y la vida con una nueva mirada. Un personaje hermoso y muy emocionante, en la piel de la veterana actriz Yun Jung-hee, quien brinda una lección de actuación en un film de gran humanismo.