Palabras vitales
Es comprensible que se crea que el lenguaje sirve esencialmente para comunicar. Noción pragmática, concepción incuestionable del sentido común: hablamos y escribimos sólo para entendernos. Pero el lenguaje es algo más. Determina nuestra experiencia de estar en el mundo, define secretamente nuestra percepción y nuestra relación con las cosas, constituye quiénes somos.
No es extraño entonces que Poesía para el alma, originalmente "Shi" (sólo "Poesía"), se articule filosóficamente a propósito de dos situaciones: una mujer de 66 años empieza a olvidar algunos términos. Su médico no tardará en decirle el nombre de su problema: Alzheimer. Al mismo tiempo, Mija, que trabaja de asistente de un discapacitado de su misma edad, se anotará en un curso de poesía. La doctrina elemental de su profesor se sintetiza así: "Para escribir poesía hay que ver. Lo más importante en la vida es saber ver". No son sólo las palabras del maestro, también expresan la concepción de Lee Chang-dong, el cineasta contemporáneo más importante de Corea del Sur. En efecto, para ver (y hacer) cine hay que aprender a ver.
El plano inicial combina serenidad y espanto: sobre las tranquilas aguas de un río viene flotando un cadáver. En menos de 10 minutos, Lee orquestará situaciones, eventos y detalles: la progresiva enfermedad de Mija, el nieto enajenado que vive con ella, su paciente, el suicidio de una adolescente, la madre de la adolescente, la investigación policial están finamente urdidos en la trama desde el comienzo. Un ejemplo: no es casual que "cartera" sea una de las primeras palabras olvidadas por Mija. Sociología imperceptible pero señalamiento lúcido: la relación con el dinero atraviesa la conducta de todos los personajes, de lo que se predica una mirada crítica sobre la sociedad coreana.
La sentencia de Hölderlin "poéticamente el hombre habita sobre la tierra" alcanzará su magnificencia en los últimos siete minutos. Dos voces "leerán" una poesía. Dado que el lenguaje puede ser música, Lee jamás impone emociones a través de una banda de sonido. Las palabras y las imágenes son casi siempre suficientes, hasta pueden materializar un fantasma y conjurar su desolación.